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VIVIR LO POSITIVO


“Ver Oír y Hablar” (posible título del libro)

A mis desconocidos y ya estimados lectores. Soy consciente que cada uno de Uds. podría darme lecciones de todo pero han decidido darme un voto de confianza que yo agradezco en lo que vale.
Fueron muchos los títulos que se me ocurrieron para este libro como, “Cuando la Vida te tiene Ganas”, o “Tuve una vida ejemplar que aconsejo no imitar”, o “Unas manos casi llenas” o “si no lees no hables”... pero finalmente opté por este convencida de lo gratificante que puede ser comunicar.
A pesar de que son muchas las frases que existen acerca del gran valor del silencio, como “Palabra y piedra suelta no tienen vuelta” o “De callar nunca te arrepentirás “. Incluso el gran Wolter dice “Presta a todos tu oído, tu voz a pocos”. Pero bueno, yo veo que los tiempos cambian y hoy más que nunca el mundo está necesitado de palabras y de manos. Por lo tanto sugiero a todas las personas que puedan aportar a la vida cosas útiles y positivas, que lo hagan aunque les parezca que a veces “predican en desierto”. No es así. Un día u otro darán su fruto dando así a manos llenas lo que a manos llenas han recibido.
Sí. Que todo se sepa. Lo bueno y lo malo. Lo bueno, porque son como refrescantes oasis en el árido desierto de la vida. Lo malo, para que se apliquen el refrán “no la harás, y no la temerás”.

Por lo tanto yo empiezo apoyada, más bien arrellanada en tan mullido lecho como el que proporcionan las célebres frases de nuestros grandes.
Nuestro entrañable Joan Manuel Serrat dice “para componer has de procurar ser provinciano”; lo tengo. La genial escritora Elvira Lindo dice “El escritor suele ser algo vanidoso”, lo tengo. El escritor Caballero Bonald dice “Escribir sin ironía puede ser un sermón” este “repe”. Y finalmente (perdón) la ilustre doña Ana Maria Matute dice que “escribir consiste en preguntar y hacerse preguntas”.
Pienso que esta sabia y sencilla síntesis nos pueden servir para todo en la vida.

Hace unos días, escuché que estas frases del título del libro ya las había creado el célebre D. Manuel del Arco y como Uds. comprenderán el hecho de copiar desbarataría esta obra. ¡Será por títulos!. Así que me quedo con “Vivir lo positivo” que engloba toda mi vida y que podría resumir así:

Al quinto Cielo subí
y hasta la droga bajé
y jamás imaginé
que habría de tocarme a mí
tanta desgracia; ¡¡Pardiez!!

Sí, sería por las mismas fechas, y al igual que un señor de Murcia que ofreció un millón de pesetas por un trabajo fijo, en que yo, asfixiada por el tema económico, también como él, me repetía una y otra vez “que tenía que parir algo”, pero, ¿qué?.
Días y noches interminables devanándome el cerebro buscando una salida, pero nada. 62 años eran muchos años para encontrar algo interesante y rápido que me sacara de apuros, ¡pero si apenas se nada de algo!.
No obstante, como la ignorancia es muy atrevida y la necesidad más me puse manos a la obra. Se me ocurrió patentar un aparato para la recogida de las “cacas” de los perros en la vía pública por sus dueños. No tuve suerte, nadie se interesó (es un tema que me preocupaba y me sigue preocupando).
No, no tenía dinero para la patente, por lo que pasito a pasito me lo curré, yo todo. Claro que lo más importante, como el diseño y la memoria, los hizo mi hija.

Seguí pensando y me vino la idea de escribir algo sobre causas de nulidad. Yo sé que el asunto de las nulidades ya es de sobra conocido por todos, pero las más aireadas son aquellas que se otorgan a los famosos tras muchos años de litigio entre la Santa Sede y los demandantes. Yo podía aportar una sentencia que se falló favorable en 1ª instancia por el Tribunal Eclesiástico y acto seguido por el Tribunal de La Rota. Este asunto también me lo pateé yo por lo que el precio fue simbólico.

Por supuestísimo que no es deseable para nadie ciertas causas para obtener este beneficio.

Pensé que además del texto debía ofrecer algunos rasgos de mi persona, pero la verdad es que me engresqué, y han salido más cosas de las que en principio pensaba. Por lo tanto no hablaremos de nulidades ya que he recordado cosas mucho más agradables y positivas.



Se dice que: ”recordar es volver a vivir “, yo doy fe que también es un poco morir.

Fue un 25 de abril y bajo el signo de Tauro que vine al mundo, en un precioso pueblo de la Mancha y de cuyo nombre jamás me olvidaré. Por lo que considero que he tenido una gran influencia quijotesca. Con el persistente Tauro y fundamentada en la Fe Católica he cometido quijotada tras quijotada. Siempre creyendo que la tesonería y buenos deseos estaban respaldados por Aquel que dijo a Santa Margarita María de Alacoque “ocúpate de mis cosas que yo me ocuparé de las tuyas”.
Y aunque en estas y otras frases como “Yo os daré el ciento por uno” o “pedid y recibiréis” etc., existe cierta reciprocidad mi ocupación fue dar siempre todo lo que podía, nunca pensé que podría llegar a pedir para mí: me consideraba feliz con la Fe y con lo justo para vivir.
El solo hecho de abrir el grifo del agua, me infundía actos de amor a Dios, al considerar que no tenía que ir a la fuente a buscarla o al río como en otros tiempos.
(Un acto de amor es levantar el corazón a Dios y agradecerle sus dádivas.)


Sta. Teresa dice que “la humildad es la verdad”. Todos sabemos que no es humildad decir “no valgo, no merezco, soy un pecador, etc., si después cuando oímos algún comentario negativo sobre nosotros, nos enfurecemos y montamos en cólera. Si alcanzáramos la verdadera humildad diríamos con San Pablo algo así como...”Mis debilidades me hacen feliz al comprobar una y otra vez que solo Dios es perfecto”.
Por tanto, dando gracias a Santa Teresa por sus miles de humanas enseñanzas me atrevo a decir: No sé si la humildad se hereda o si son las circunstancias las que te obligan a serlo.

En cualquier caso diré, que tuve dos abuelas fantásticas y humildes con las que conviví hasta los 20 años. La materna en mi casa, la paterna en su casa propia. Esto quiere decir que la materna no tenía vivienda y la paterna tenía por casa toda una manzana; pienso que serían unos cinco mil metros cuadrados. Comprendía toda la cuesta, esplanada y callejón de San Sebastián y calle Provencio.

También la guerra, la posguerra, tuvimos que solicitar ayuda a “la clase alta” del pueblo. Pues por el hecho de haber sido mis padres conserjes del convento de las M.M. Clarisas, donde estudiaban las hijas de los pudientes, de ahí nuestra limitada relación con ellos.

Recuerdo que muchas veces iba a casa de alguna Señora con el triste mensaje: “Vengo a ver si me dan un poco de pan”. La doncella lo comunicaba a la Sra. Y esta me hacía pasar al gabinete (así llamaban a la salita de estar) donde la Sra. estaba con las amigas y me pedía repetir tan dolorosa frase. Siempre me daban medio pan redondo de los de tres libras. Recuerdo que algunas veces al llegar a casa lo escondía, se supone que después lo sacaría, sería para indicar el sufrimiento que suponía y que quien quisiera pan que fuera a pedirlo.
Yo decía que fuera mi hermano, y no se por qué, siempre tenía que ir yo. Por eso a veces me revelaba, y empezaron a tildarme de rebelde y esto, casi siempre, se convierte en un circulo vicioso, tenía nueve años.

Los “listillos” dicen que siempre habrá ricos y pobres por mandato divino, apoyándose en la parábola en que María vertió sus mejores perfumes sobre los pies de Jesús. Judas decía que era un despilfarro que el importe de esos perfumes se dedicara a los pobres, y Jesús les dijo “los pobres los vais a tener siempre”, para hacer caridad, ahora dejadla a ella, que exprese sus sentimientos como le pida el corazón. Ya sabía Jesús que seguiría habiendo pobres por deseo de alguien. Y suponiendo que Jesús admitiera esta hipótesis sería para que la viviéramos todos; media vida ricos y media vida pobres. Otra cosa es una injusticia que no cabe en un corazón de Dios. Sí, que todos conocieran en carne propia el amargo sabor de aquellas escenas:

-”Deme una limosnica por amor de Dios”.
-”venga otro día hermanico”.


Cuando murió mi padre (E.P.D.) Yo tenía 8 años recién cumplidos. Mi padre murió en Mayo de 1940 y en junio, día de Corpus Cristi, yo iba a estrenar un precioso vestido azul, recuerdo que era cuello de bebé, y en los bordes unos picos blancos de ropa a modo de medios rombos. Mi ilusión era enorme.
Pues bien, como mi padre murió, mi madre decidió vendérselo o regalárselo a la madre de una amiga íntima mía, pues a mi debían vestirme de luto durante cinco largos años. Con lo cual tenía que ver a mi amiga todos los domingos con “mi vestido”, seguro que alguna vez debí llorar para adentro.
Pronto me identifiqué, con aquella coplilla que dice:

Ojos míos no lloréis,
Lágrimas tened paciencia
Que el que ha de ser desdichado
Desde pequeñito empieza.


El día del entierro, me mandaron a casa de unos familiares. Pero antes, mi madre me dijo que le diera un beso de despedida a mi padre. Yo no repliqué, porque había que obedecer a todo. Le di un beso en la frente y no sentí ningún temor, pero sí me sorprendió advertir que estaba frío como una losa.
Verdaderamente antes de la llegada de la psicología clínica nos hacían pasar verdaderas pruebas de fuego. De ese día recuerdo la esplanada de San Sebastián repleta de hombres todos de negro, muchos con capa y sombrero, indumentaria que mi padre también usaba. No se si iría la banda a la que mi padre pertenecía como clarinete; nunca lo pregunté.

En el colegio de las Hermanas Clarisas aceptaban a 4 o 5 niñas de clase humilde que al no poder pagar las clases se quedaban a limpiar por las tardes. Yo fui una de ellas.
Se acostumbraba, en las principales festividades y onomásticas de las religiosas, a representar pequeñas obras de teatro y recitales de poesía. Los papeles más relevantes eran para las niñas bien, pero, si se aproximaba la fecha y no se sabían el texto, recurrían a mi porque siempre tuve una gran memoria y así se salvaba la situación.

Recuerdo que fui a varios colegios de forma espaciada. Lo que más se hacía era teatro y labores; no se me daba mal ni lo uno ni lo otro.

De párvulos, íbamos al colegio con nuestra sillita o banqueta y 10 céntimos, y el día que no íbamos no había que pagar. Eran muchos los días que hacíamos “novillos” puesto que los castigos de las palmetadas y cara a la pared eran de lo más humillante.

No sé por qué dejé de ir a los 12 o 13 años y solo sabía sumar. De sumar pasé a multiplicar, en un pis pas, ya fuera del colegio porque, lo requería el pequeño negocio que puso mi madre.
Un día dice mi hermano: “No es bueno que esta sepa multiplicar”, y es que, multiplicando, yo sabía las ganancias que había y así “pispaba” para comprarme pasteles de “Casa Basilio” y helados de “La Jijonenca”, y sobre todo, para poder canjear mi hermano pequeño a mi hermano mayor los domingos, y poder salir sin el pequeño a hombros, y es que, con 9 o 10 años y lo delgada que yo era, en brazos se me resbalaba. El caso es que si yo ofrecía cinco pesetas, él me ofrecía 10, y si yo 15, él 20 y ya más que por dinero era una imposición y como casi siempre me tocaba claudicar y de esta forma beneficiaba a los dos. Así durante muchísimos años. Así es que nadie puso interés en que yo fuera al colegio. Yo nunca me chivé de él.

También recuerdo, que en los juegos, mis amigas decían que les gustaría ser la Virgen, yo decía que prefería que ella fuera mi madre. Ntra. Sra. siempre fue muy asequible para mí, quizá por la confianza que suponía tenerla como patrona y sobre todo de la caridad.

Mi madre vendió una parcela de la casa que heredo de mi padre y puso una tiendecita y así fuimos saliendo. A mis 13 o 14 años sentí curiosidad por la confección, no se bien si por vocación o por necesidad. Yo estaba en la adolescencia y mi madre, por su trabajo no pensaba lo suficiente( o así me lo parecía) en mis necesidades de adolescente. En mi casa había una pieza de tela negra de algún viaje que hizo mi madre a Barcelona, donde tenía unos tíos. Pues bien, yo intentaba confeccionarme alguna prenda y solo conseguía destrozar la ropa. Así que un día llegó a mis manos publicidad de corte y confección por correspondencia desde Barcelona y sin pensarlo dos veces me suscribí sin consultarlo a mi madre. No se si por temor a que se negara o por falta de confianza.

Antes, por el gran hermetismo de los padres, nunca sabías cuando iban a decir que sí y cuando no, y a mi aquello me interesaba y como no había escasez de dinero, pensé, que podía hacerlo (además desde los diez años estaba trabajando, primero en la tienda, después en la panadería con maquinaria manual. A las 4 de la madrugada, dándole a la manivela de la sobadora que una vez me pilló la mano derecha y todavía tengo la señal. Y además me llevé un par de sopapos.)
A las ocho había que salir a vender el pan de puerta en puerta con la alforja al hombro y algunas personas decían “ no carguéis tanto a esta criatura que no va a crecer”.

Yo tenía una prima materna ( la cual tuteaba a sus padres) que cuando quería fastidiarme me decía con retintín “mande”, “diga”, “deme”.

Aunque como padres estarían dispuestos a dar la vida por los hijos, pero eso nosotros no lo entendíamos. Hubiéramos preferido menos pan y más cariño, alimento, este, imprescindible para evitar complejos y timideces, aunque ahora que lo pienso... sin pan se pasa mal también.


En fin, de la vida he aprendido que en el eterno conflicto generacional, lo mismo padres que hijos, el que no da más, o mejor dicho, el que no da mejor, es sencillamente, porqué, no ha aprendido y desconoce el mecanismo para hacerlo.
Todos sabemos lo que son buenos modales, pero el ejemplo de los de fuera no nos sirve. Fuera de casa, al igual que en el cine, somos simples espectadores. Solo en casa podemos ser profesores o alumnos. Puesto que si aprendemos buenos modos en un libro o en la “tele” y luego en casa no nos los aceptan porque existe otro rollo, de poco sirve.

No digo que fuera a mala fe, pero la ignorancia la suplían con la soberbia y el orgullo. Una decía “Yo creo en Dios, pero no voy a la Iglesia por no arrodillarme”, otra cantaba:


“no preguntes por saber
que el tiempo te lo dirá,
que no existe más placer
que saber sin preguntar”.

Yo pienso que, que al margen de las enseñanzas que cada cual haya tenido, la persona que se sienta atraída por las buenas formas, llámese ética, justicia, en fin, deseos de superación, como todo esto es positivo, el día que esa persona se emancipe lo utilizará en su nuevo ámbito y así su entorno será de una calidad superior al de su hogar paterno, y a ver si en dos o tres generaciones, todos son más personas.

Y es que, es verdad, que las primeras papillas cuesta mucho, que digo mucho, muchísimo digerirlas, pero hay quien lo consigue. Gracias a ellos podemos disfrutar hoy de las muchas ventajas que nos han proporcionado los inconformistas.
Claro que, a excepción de los gitanos, porque, algunos de ellos, si que aceptan que son hijos de Eva, pero, de un marido que esta tuvo antes de conocer a Adán, por eso, consideran que están exentos de la sentencia bíblica “ganarás el pan con el sudor de tu frente “. Bueno Juan de Dios Ramírez Heredia (perdóname gran genio de la comunicación), era una pincelada de humor que esta historia mía la necesita; y a Carmen Amaya y a los Antonios, y a tantos y tantos gitanos anónimos que arriman el hombro en la consecución de un mundo mejor (es que quería decir el chiste que una vez leí y no recuerdo el autor).

Posiblemente los gitanos se identifican mejor con el arte y el negocio(esto también es trabajo pero muy diferente).Recuerdo que mi abuela, cuando una cosa era evidente a todas luces solía decir,”eso es como preguntarle a un gitano que si quiere cambiar”.

Mi madre fue una persona activa, después de la tienda puso una pequeña panadería, donde venían particulares a hacerse el pan para la semana o para sus trabajadores del campo. Generalmente eran panes redondos de tres libras, los guardaban en orzas pequeñas de barro cocido y así se podía comer durante 15 días.

Creo que es el momento de decir que mi pueblo es, desde tiempo inmemorial, productor y exportador de tinajas para la elaboración y la conservación de los ricos vinos de aquella tierra manchega, y que mi padre y abuelo tenían este oficio en una pequeña empresa familiar. Siendo oriundos de la primera generación de tinajeros que vino al pueblo en el siglo XIV de Úbeda (Jaén), con el famoso y precioso apellido de Gimena.

En mi pueblo existen terrenos, es decir barreros (entonces eran particulares) de arcilla o barro gelatinoso de color amarillento propio para este menester.


Alguien tuvo la genial idea de componer un poema acerca de este oficio:

Tinajero

Oficio noble y bizarro
Entre todos el primero
Pues en la industria del barro
Dios fue el primer alfarero
Y el hombre el primer cacharro.

Conservo un leve recuerdo de mi padre trabajando en el barro, lo amansaba en una artesa quedando una pasta de cierta consistencia y gran elasticidad. En el obrador había un pedestal fijo de unos 60 cm. , allí ponía la base de la tinaja. A continuación hacía un rollo de esta masa, de un metro y medio de largo y como un brazo de grueso, que se ponía sobre el hombro derecho. Acto seguido, unía el extremo de rollo a la base y comenzaba a construir la pieza, dando vueltas alrededor de ella a la vez que iba consumiendo el material. Empleaba tantos rollos como necesitaba la pieza. La mano izquierda dentro, recogiendo la rebaba, afuera con el dedo índice controlaba el grosor. Después, con la paleta, le daba lustre a base de palmetadas. Finalmente, con una especie de peine, hacía el dibujo exterior.
Tenían que secar y después cocer en inmensas fosas de fuego ininterrumpido, durante días y noches. Todo lo imaginable se hacía en barro. La variedad de brocales para pozos de agua particulares era casi infinita, con rosetones de barro y guirnaldas de flores sobrepuestas que causaban admiración.

Supongo que la técnica habrá cambiado, sin dejar, por ello, de ser un precioso arte.

“Las chicas con las chicas”. Yo a la derecha con cuello blanco, tenia 16 años.
Este vestido ya me lo hice yo en el taller que se ve al fondo.
Era época de cortes asimétricos.

Después vendría el escote de barco, cuello de golondrina, corte de saco, manga “semi” y falda “midi”. Luego llegaría el “Bum” de los trajes de chaqueta gris marengo.

En 1953 se dieron en el pueblo unas misiones por los P.P. Jesuitas, que ¡para qué contar!, para mi fueron decisivas. Duraron cinco o seis días, pues por especiales circunstancias yo era un buen caldo de cultivo para una conversión en toda regla. Adquirí una fe ciega en el Evangelio pero el Evangelio tal como suena, con firme convicción de entregarme a la practica de las virtudes. Como todo convertido sentí un profundo dolor de mis culpas, por lo que, yo misma me imponía penitencias de pasar varios días a pan y agua. Llego a mis oídos la practica de cilicios y disciplinas que también usé, previo permiso de un sacerdote, pues las monjitas solo las vendían bajo “permiso facultativo”.

Con motivo de aquel gran acontecimiento se crearon asociaciones católicas para jóvenes. La acción católica ya existía pero nació la J.O.F.A.C (Juventudes obreras femeninas de acción católica) al principio asesoradas por la directiva de A.C., las cuales, al verme tan asidua a todos los actos y tan modosa, pensaron en mí para formar la nueva directiva. Me hicieron vocal de piedad, por lo tanto, con la obligación de comunicar al grupo toda clase de actos piadosos y como todas, tratar de conquistar a cuantas chicas pudiéramos.

Quizá por la conversión y también un poco por una cualidad natural, fui muy responsable. Jamás falté a un acto.

Recuerdo que quise conquistar a una chica y fueron cientos de veces las que fui a su casa. Leí de San Pablo que:"Hay que importunar”, así que, apoyada en esa idea, fui incansable. Yo pensaba “quizá Dios quiere probar mi fidelidad y quiere que venga a buscarla 20 veces” y al día siguiente me decía:”Bueno quizá sean 21" y después “ ¿por qué no 22?”, no podía desfallecer, quizá Dios tenía previsto que fueran 28 o 30. Y así siempre y en todo. Esta chica me daba esperanzas porque lo que quería era aprovechar mis visitas para que le enseñara a hacer el bordado canario.

Al cabo de muchos años he comprendido que tan difícil es infundir la fe como quitarla al que la tiene. Todo es cuestión de una predisposición muy particular, eso sí, el apóstol ha de estar muy atento y activo.

Al año siguiente se celebraron cursillos de cristiandad, como siempre, todas contaban conmigo. La verdad es que nunca supe por qué me buscaban tanto si apenas aportaba nada. Cuando tenía que hablar todo era copiado y aprendido de memoria. Una vez me quedé sin voz en un tema, debió ser por inseguridad y la falta de costumbre. En aquellos días mi abuela se puso enferma, era un buen pretexto para no asistir. Había que pagar media pensión y en mi casa decían que no había dinero, ellas decían que no lo permitirían y que rezarían para que mi abuela se pusiera bien. Pues sí, mejoró y tuve que asistir. Y digo “tuve” porque para mi era un tanto humillante ver que la única que iba a comer a casa era yo.

Fueron unos días extraordinarios, caracterizados en ver a Dios en todos los hombres. Un día asomadas a la ventana se me ocurrió decir - ¡Mirad, Jesús en bicicleta! Sinceramente creo que así lo veía. Al final de estos días se nos pidió que cada grupo expresara las experiencias, de estos días, poniéndole letra a alguna música popular. En mi grupo y por iniciativa mía escogimos “clavelitos”. Ya la teníamos terminada, cuando otro grupo dijo que ellos también la habían escogido. No quisieron cambiar y tuvimos que ceder nosotras. Seguimos pensando y pensando y cogimos la “espinita”. La canción de los clavelitos que ya habíamos compuesto decía:

“Cursillista, cursillista, no te olvides que Dios te envió,
a lanzarte a la conquista y luchar por un mundo mejor,
y si un día cursillista la tibieza te llega a vencer,
No te olvides que tienes a Cristo y que todo lo puedes con Él”.

La espinita decía:

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Eres como una espinita que se me ha clavado en el corazón, porque han sido los cursillos manantial de gracias y de amor.

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Aunque pase lo que pase ni un día en la vida dejarás de ver
que Jesús te quiere pescador de almas
y en nombre de Cristo echarás la red.

Con la mano en el arado,
la vista adelante sin mirar atrás
que la mies es mucha ¡y tantos! que esperan
que haya justicia y en la tierra paz.
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Un grupo escogió “la polca del barril de cerveza”, quedó fantástica, decía:


Ya terminamos con muchísima ilusión
estos cursillos que nos acercan a Dios.
Unas por otras, todas hemos de pedir
Para que Dios nos proteja
Y nos ayude a seguir etc.

Meses después, y todavía con el fervor popular por tantos y tan fabulosos acontecimientos, se celebró la “Semana de la joven”. También con carácter religioso, las conferencias las daban unas chicas estupendas que vinieron de Toledo y alguna colaboración de las chicas de la A.C. local. Fue una semana donde disfrutamos católicos y laicos por igual.

Había un señor, un gran señor, a cuya casa iba yo a bordar sus iniciales en las mantas de las mulas. Católico y humanísimo a rebosar, pero con un alto grado de jocosidad que decía “Esta semana están todas las beatas en revolución”, y es que solo íbamos a casa a comer. Toda la juventud mantellina en ristre y en avalancha íbamos de Iglesia en Iglesia, aquí, la Eucaristía, allí la plática, más allá el sermón. Lo hacían con el fin de que todos los barrios participaran.

Era el recordado Don Joaquín Casarrubio.

Enseguida pensaron en mí para darme algún tema, sin pensar que yo no sabía nada de nada, solo que nunca me negaba porque leí, y así lo creía que si yo no hacía mi parte de trabajo ese quedaría sin hacer, porque los demás harán solo el suyo.

Me consideraba, modestia aparte, un vehículo de Dios y no podía negarme a nada, porque, podía ser grave. Se empeñaron que tenía que hablar en el Gran Teatro, con el tema que yo eligiese. Creí morirme, no sabía por donde empezar.

En aquellos días tuve que ir con mi hermano al Obispado en Albacete, y quiso la suerte que en el asiento que yo iba a ocupar hubiera un opúsculo explicativo sobre la naciente J.O.F.A.C.. Vi el cielo abierto y como gozaba de buena memoria, me lo estudié, y quedé como una reina. - ¡Pero qué mal lo pasaba cuando me pedían algo!. Días después, el diario de Albacete hacía una muy favorable glosa sobre mi actuación. - ¡Solo yo conocía el milagro!.

Al término de los acontecimientos se solía hacer el tradicional fin de fiesta.

Cuando se agotaban los voluntarios, que cada cual hacía lo que buenamente podía, obligaban “a dedo” a quien les parecía para que hiciera lo que supiera. Aquí tampoco me libré. Era inconcebible y horroroso que me pidieran una improvisación a mí.

El clamor era unánime y no me gustaba hacerme rogar, así que subí al escenario. Mi mente estaba totalmente en blanco. En ese preciso instante se fue la luz. “Vi” los cielos abiertos pero quedé emplazada para el día siguiente. Al día siguiente podía no haber ido, pero no era fácil para mí, ¡Cómo asistir a los demás actos y allí no! Y aunque parezca raro me resultaba más difícil huir que afrontar la difícil situación; pensarían que evitaba hacer el ridículo.

Cuando me llegó el momento me negué por ver si colaba, pero, que va!. Así que me armé de valor y subí al escenario. En previsión me había preparado un cuplé que había oído en casa y con el acompañamiento de una guitarra entoné como pude.

Cuando yo tenía mis quince abriles

Todos me decían al verme pasar,

Que yo era un ángel del paraíso

Venido a este mundo por casualidad

(Desentonaba como una loca)

-reían a más no poder-

Y hoy al verme pasar

Me dicen con sinceridad

Chiquilla de negros ojos

Yo te vengo a enamorar

Si esta la gloria en tus ojos

Contigo a la gloria yo quiero marchar

Si está en el infierno N.N.N.N.

Contigo al infierno yo quiero marchar.

En el lugar de N.N.N.N. debía decir besos, pero entonces y en aquel lugar no se podía decir. No obstante el público lo captó al igual que varios sacerdotes que había y la algarabía fue tremenda, igual que los aplausos.

Por estas cosas seguían confiando en mí y así me obligaba a leer y leer, buscar y rebuscar, y así iba haciendo acopio de conocimientos.

Fueron unos ejercicios espirituales por el P. Martija en 1953, en la ermita de nuestra Sra. De la Caridad (al fondo).
A la hora de comer todas salían en grupos por las inmediaciones, y en el césped, tomaban lo que habían traído. Yo me despistaba y me quedaba sola en la sacristía, porque, no me creía digna de estar entre ellas. Las oía reír como jilgueros y pensaba que ellas podían hacerlo. Yo debía llorar mis culpas, y poco más que pan empapado en lágrimas, era mi comida. Cuando se percataron de lo que hacía no consintieron que lo volviera a hacer.

Me paso horas mirándolas y recordando.

Cierto día, hicimos un estudio sobre la necesidad de llevar bolso por su gran utilidad. Y es que cuando salíamos a pasear los domingos, las pocas monedas que llevábamos, las envolvíamos en el pañuelo de mano y éste en la boca de la manga, el abanico en la mano y la “rebeca” sobre el brazo, (porque al atardecer siempre hacía fresco). Con este propósito parecía que queríamos imitar a la clase alta, que siempre llevaron, pasaba igual con querer pintarse las uñas y los labios, Nosotras, lo más que hacíamos era mordernos los labios para que enrojecieran un poco. ¡ Para qué luego digan que los pobres no saben que son pobres!

Con lo que sabia de costura, empecé a trabajar en las casas de los señores del pueblo. Principalmente para hacer uniformes a las criadas. Un día una de estas señoritas, la Srta. Paz, de unos 50 años, soltera, me dijo: “María, tu tienes traza para la costura, dile a tu madre que si te deja venirte a Madrid, a mi casa, y yo te llevaré a mi modista para que aprendas bien”. Esto me sorprendió un montón, - ¡si apenas llevaba dos meses en su casa!. Se lo dije a mi madre, aceptó, y me marché, a “los madriles” (no sé el por qué, de “los madriles”, debe ser por aquello del casticismo y que cada uno se siente dueño de todo Madrid, y así hay tantos madriles como ciudadanos). Esta teoría mía queda bastante avalada con el caso de aquel madrileño que se marchaba de viaje y desde la plataforma del tren, la mano en alto y voz en grito, decía:”¡Adiós Madrid, que te quedas sin gente!”.
También vi en Madrid cierto anuncio en una tienda de tejidos que decía:”Descuento progresivo”. O sea que cada semana era más barato. Claro que si te esperabas a la semana siguiente, podía ocurrir que lo que te gustaba ya no estuviera.


Aprovecho para decir que cuando teníamos la tienda, allá por los años 40, venía a comprar un niño harapiento de unos 4 años (era hijo de un lañador, esos nómadas que iban de pueblo en pueblo, poniendo parches de estaño a ollas rotas, cubos, etc.). Yo le pregunté de dónde era y él, muy ufano respondió: ”Yo de “MADÍ”, ¿Qué té qués?”.

Pues bien, marchar a Madrid era toda una “aventura”, en el pueblo se presumía de haber ido a Madrid.
Fue en 1954. Me pareció fabuloso a la vez que muy asequible por la sencillez de su gente. Vivíamos en pleno barrio de Salamanca en Alcalá 100. De la Sta. Paz, ¡qué les voy a contar!. El detalle de llevarme a su casa a pensión completa lo dice todo. Como digo, tenia unos 50 años y el sistema nervioso algo alterado, pero en compensación a su bondad angelical Dios le había dado una doncella excepcional.

No hay palabras para describir su comportamiento con la señorita. La trataba con la mayor ternura y comprensión. A pesar de que sobraban las camas, Josefa dormía en un sofá a los pies de la señorita, para darle conversación casi continuamente.

Volví a mi pueblo en 1983. Me enteré que estaban allí y fui a verlas y a llevarles un pequeño obsequio. Un grano de arena comparado con lo que ambas hicieron conmigo.

Vi que la señorita estaba en situación de estar internada, pero pienso que Josefa se la disputarían a sus familiares con uñas y dientes para poder seguir mimándola mientras viviera. Era y es una chica virtuosa y estupenda. Creo que a mí también me cogió cariño o, más bien es que quiso cogérmelo, porque yo estaba allí por deseo de la señorita, porque en realidad yo era poco menos que un huésped, pues yo estaba casi todo el día en el taller; no obstante decía que yo me lo merecía. La verdad, no sé por qué.

Recuerdo que cuando Josefa tenía la regla, sufría horriblemente, caminaba casi con la boca en el suelo. Para mí era muy duro dejarla en esas condiciones, sobre todo los lunes que era día de colada. Pero yo estaba a prueba en el taller y tenía que cumplir. Pero de verdad que aquello me hacía sufrir. Ella nunca perdía la sonrisa. Yo siempre les decía que mi mejor agradecimiento se lo encontrarían en el Cielo: Recé mucho por ellas.

Pues bien, llego el día de ir al taller. Un gran taller de alta costura, cuya dueña era Madame Fuensanta, en la calle Génova 9. Fui para quince días de prueba.
Yo cada mañana iba a misa y traía el pan. La señorita y Josefa iban más tarde.

Como la señorita necesitaba tanta conversación yo estaba con ella por las mañanas hasta el último momento y no veía forma de cortar la conversación y cuando faltaban ocho o diez minutos me marchaba volando. Bajaba la escalera como una exhalación e iba corriendo calle Goya abajo. Me daba vergüenza pero no había más remedio que hacerlo (tenía 23 años). Si llegaba cinco minutos después de las nueve, ponían falta. Yo nunca rebasé los cinco, pero los cuatro no había forma de rebajarlos, pues no tenía dinero para coger el metro.

En el taller todas las chicas eran estupendas y organizadas. Estaban las oficialas con ayudanta y aprendiza. A mí, con mi edad, no podían ponerme de aprendiza, me pusieron de ayudanta.

Estábamos en una gran mesa rectangular con unas veinte chicas. A media mañana, sacaban sus bocadillos respectivos, le daban un mordisco y se lo pasaban a la chica siguiente; la cual ya había hecho lo mismo con el suyo, y así hasta que se terminaban.

Los primeros días también me lo ofrecían a mí, pero como yo no llevaba, no lo acepté, tampoco lo comenté en casa. Pero era muy curioso. ¡Mayor camaradería imposible!. También, mientras cosían, decían chistes, y casi siempre subiditos de tono. Al menos lo parecían en aquellos tiempos.

Cuando me decían que contara yo uno, siempre me negaba alegando que no sabía y diciendo: “Haber un poco más adelante que me suelte un poco más”. Que ya, mi oficiala decía: “A María dejadla que si se suelta no va a haber quien la pare”.

Posiblemente fue, esta falta de concordancia la que hizo que me despidieran. Quizá la profesora le preguntó a la oficiala por mí, y esta al ver que yo era más bien un freno para su libertad, debió decirle algo en contra mía. Aunque la verdad es que yo no daba señales de escandalizarme, al fin y al cabo hablaban de la vida misma, lo que no tenían hipocresía. Yo nunca tenía nada que decir, además, mis escasas ideas no sabía exponerlas. De ahí que tuve la ocurrencia de leerme todo un diccionario y como tenía memoria creo que me sirvió de mucho. Y así fui enriqueciendo mi pobre vocabulario. De todas formas, mi estancia en el taller, la considero una experiencia positiva, pues todo ayuda a crecer.

La profesora llamó a la Srta. Paz y le dijo que no me aceptaba porque “no sabía ni pasar hilos flojos”. La Srta. Se llevó un gran disgusto. Pues al fin y al cabo me había recomendado ella; y lo que sí tenía la Srta. era un gran pundonor.

El caso es que pasó grandes apuros para decírmelo, pensando que me desmoronaría. Cuando me lo dijeron, yo les contesté: “Bueno, no pasa nada”. A lo que exclamaron atónitas: " ¡María pero te quedas así! ”. “ ¿Y que quieren que haga? ”, les respondí.
"¡Válgame Dios, eres lo nunca visto!”, Decían, y se deshacían en alabanzas.

Creo que yo era más realista y que si no sabía pasar hilos (a su estilo) allí no estaban para enseñarme, sobre todo a mi edad. Además yo ya había leído y apropiado aquella frase que dice: “Todo es nada”, si lo miramos con ojos de eternidad.

Después busqué otro taller en la calle Duque de Sesto. Allí también entré, de ayudante de oficiala y lo mismo en el otro taller como en este, comprobé, que si te preguntan: ¿Sabes hacer esto? Y respondes NO, te ponían a hacer cosas más sencillas, como pasar hilos o hacer recados. Y es que, a los cierres y “gafets”, en mi pueblo se les llama: automáticos y corchetes. Así que si me preguntaban si había puesto alguna vez cierres y decía que no, me jugaba el puesto. Así que decidí decir a todo que sí y mi asombro fue enorme al comprobar que “el secreto” estaba en los diferentes nombres.

A lo que si di un No rotundo fue cuando me dijeron que había prisas y que si me podía quedar a “velar”. La única referencia que tenía yo de velar, era cuando pasábamos la noche velando un difunto o al santísimo sacramento. Por eso, pensé que no me dejarían. Y les dije que toda la noche era imposible, y se morían de risa. Me dijeron que eran un par de horas por la tarde, en vez de salir a las siete, salir a las nueve. ¡La verdad que decir velar a esto!. En fin, que los cambios de costumbres te hacen ir de cabeza.

Aquí tuve una oficiala majísima, Asunción, tenía dieciocho años y con unas manos de oro, y sobre todo muy humilde. Se dió cuenta de mi problema y me ayudó mucho. En una ocasión se puso enferma y yo le dije a la profesora que me diera a mí el trabajo de esta chica, a ver que tal se me daba. Me lo dieron, apliqué las técnicas que había visto en un sitio y otro, (porque eso sí, me fijaba muchísimo) y resulta que le gustó y a partir de entonces me daban trabajos de cierta envergadura. Las oficialas asombradas se alegraban.
Un truco que tenía Asunción era decir que si quedaba algún hilo de hilvanar entre las costuras, eso daba mal fário y que devolverían la prenda para retoque, así que nos esmerábamos al máximo. Así que cuando tengo que arreglar un pantalón de sastre y veo los hilos flojos, no salgo de mi asombro ¡ con lo pulidos que son los sastres! ¿Qué significado tendrán esos hilos que dejan?

Venía al taller, de aprendiza, una preciosa criatura. Mari Carmen Albuisech. Tenía dieciséis años, era alta y corpulenta como buena valenciana. La gran ilusión que la embargaba, la llevo a confesarme que venía un chico a acompañarla. Cuando salimos y lo vi, comprobé, que tenía unos cuarenta años y no muy buena pinta.

Todos sabemos el impacto que nos producen las primeras galanterías; pues bien, esta chica estaba obnubilada. Y yo, sin pensármelo dos veces le pedí su dirección con disimulo y escribí a sus padres poniéndoles en antecedentes y recomendándoles que le compraran un libro católico de la colección de Tiamer Thort para la juventud, titulado “La joven y Cristo”. Y cual no sería mi asombro y alegría, cuando a los pocos días la vi llegar con el libro debajo del brazo, y ver que su padre venía a buscarla todas las tardes.

Yo, con esto creía que hacía un bien, aunque la verdad de los designios no hay quien la sepa a priori. Creo que siempre se debe hacer el bien sin temer las consecuencias. Es peor hacer el mal pensando que hará un buen efecto.

Había otra chica en el taller, que siempre me estaba pidiendo que la acompañara al baile los Domingos. Yo siempre me negaba con cualquier pretexto. Además los Domingos eran para hacer compañía a la Srta. y que Josefa descansara un poco. Pero ocurrió que yo quería comprar un traje a mi hermano pequeño que estudiaba en Toledo, para que viniera a visitar y a agradecer la beca a sus benefactores (era una Sra. adinerada del pueblo), y con mis pequeños ahorros no me llegaba. Así que le pedí que me dejara 200 Ptas. Me las dejó, pero a la semana siguiente me volvió a decir lo del baile, pensando que ya me tenía cogida Qué verdad es aquello de... “¡poderoso caballero es don dinero!”.

Yo, religión a parte, pienso que: “Nobleza obliga”, y no pude negarme (diría que iba a un acto religioso) y solo lo hice esta vez; pues no se merecían ser engañadas. Pero era un compromiso que yo creía que debía cumplir. Y la verdad es que yo nunca había leído que el baile en sí fuera pecado. Aunque los sacerdotes nos decían que si de verdad íbamos al baile por el baile, que cogiéramos una escoba en vez de un chico.

Estos eran unos bailes la mar de campechanos, era por “Cuatro Caminos”, en un gran patio particular donde tocaban el típico acordeón y vendían unos refrescos. Recuerdo que allí probé la cerveza por primera vez. Yo tenía oído que la primera vez que tomas cerveza no te gusta. Pues bien, yo tenía esta idea, y para mi sorpresa, la verdad es que me gustó (tampoco había oído nada en contra de una cervecita). Tenía 23 años. En el repertorio de acordeón nunca faltaba los pasodobles de “vuela vuela palomita” y “Francisco Alegre”.

Yo, antes de ir al baile, lo primero que hice fue ponerme la insignia de acción católica, para tener una excusa y no bailar.

Había un chico interesadísimo en bailar conmigo, pero yo, con el pretexto de la insignia no claudiqué. Le decía que había hecho un juramento que prohibía bailar. El chico hasta se arrodilló. Les aseguro que yo no era guapa, debía ser por el morbo que despiertan las cosas difíciles. Después, cuando la chica lo contó en el taller se morían de risa. Reconozco que yo lo he extremado todo.
Al llegar a Madrid, una de las primeras cosas que hice, fue preguntar por algún sacerdote que tuviera fama de santo para tenerlo de director. Me hablaron del padre Valcárcel. Un dominico de la calle Claudio Coello. Efectivamente, era una pavesa de puro espiritual. Cuando consagraba, perdía la noción del tiempo. Era de una santidad a flor de piel. Cuando yo le decía que era modista, él me advertía diciendo: “Cuidado con la tijera hija mía. Debes contribuir a la moralidad y la honestidad”. Después en el pueblo yo tenía “problemas” con las clientas que me decían: “María, si no quieres escotar para abajo, escota hacia los hombros, que estamos en el mes de Agosto”. Y es que allí tenemos “nueve meses de invierno y tres de infierno”.

En las cancelas de las iglesias veía anunciados actos piadosos y recreativos. Yo iba a cuantos podía y escuchaba y observaba con gran avidez. Copiaba todo lo que podía y lo mandaba al pueblo para ver si allí podían hacerlo. También obritas de teatro que compraba en la calle Espoz y Mina.

De mi casa yo no recibía ni una peseta y el primer dinero que cobré, fue la semanada a razón de siete pesetas diarias, se lo ofrecí a la Srta.. Yo creía que era lo justo, ya que me estaba manteniendo. Pero la Srta. haciendo gala de su gran categoría, dijo que me lo quedara para mis gastos. Con lo cual tuve resuelto el tema de las medias (incluso en verano) ¡ Cómo se reían de mí en el taller !. También el asunto de los transportes y el franqueo de las cartas a casa. Aunque a veces para ahorrarme el sello, llevaba la carta personalmente a correos y era gratis.

En los transportes siempre usaba el metro, pues además de ser más barato, te permitía el transbordo. El metro valía cuarenta céntimos y el tranvía sesenta.

Volviendo al traje de mi hermano, diré, que fui a comprarlo a la calle del Carmen, lo cual valía quince pesetas más de lo que yo llevaba. Pero vi que el dependiente, un chico de mi edad, también llevaba la insignia de A.C. y esto me dio confianza para comentarle el caso. Y es que tenía que mandarlo ese día con el recadero, prometiéndole que el sábado se lo llevaría, así lo hice.
Unos días después, nos lo encontramos en el metro mi hermano y yo. Llevaba el traje y volví a agradecerle el favor. A la vez, el chico comprobó que todo lo que le dije era cierto, pues mi hermano llevaba calcetines negros, sinónimo de seminarista en aquellos tiempos.
El esfuerzo y la verdad fueron mis aliados desde que tengo uso de razón.

El traje de marras de mi hermano. Por la calle Conde de Peñalver, en Madrid.


Toda la familia de la Srta. Paz, era extraordinaria. Tenía una hermana, que como la Srta. Paz era de una sencillez inimaginable, con la diferencia que esta era hasta campechana.

En Semana Santa, en que acostumbraba a ir a confesar todo el servicio, y cuando digo todo es porque no eran uno, ni dos, ni tres: eran legión. Tenía dos ancianas solteras que fueron doncellas de la casa. Tenían una adolescente que era huérfana de la doncella que tuvieron. Srta. de compañía, doncellas y cocineras.
Esta dignísima señora llamada Caridad, cuando llegaba el día de ir a confesar, les decía “Escuchad, si me habéis robado algo, es mejor que me lo digáis y os perdono. Porque si se lo decís al confesor os va a decir que lo devolváis y vais a salir perdiendo “. Genial, ¿no?. La respuesta no la sé, pero esto da fe, de la formación y la bondad de aquellas personas.

En Madrid estaba al tanto de todos los acontecimientos. Asistí, creo, a la primera misa vespertina que se celebró en España. Fue en los jesuitas de la calle Serrano. Compré y mandé al pueblo los primeros rosarios misioneros compuestos por cinco colores, dedicado a los cinco continentes, blanco por Europa, verde por América, amarillo por Asia, rojo por África y azul por Oceanía. Así, cuando rezabas un misterio, rogabas a Dios por aquellos hermanos. Y si alguien iba a Madrid de médicos, allí estaba yo para ir a esperarlos a la estación y acompañarlos. Me pedían a tropel las entonces famosas “botas Chiruca” de la casa Segarra, en fin que la gente no se ha cortado conmigo ni un pelo.

En Madrid la Srta. No tenía máquina de coser y si tenía que coser alguna cosa de casa, tenía que pedirle el favor a la portera, la cual me cobraba el favor, pidiéndome que le hiciera cosas a ella.

En una ocasión fui a comprar pescado. El dependiente, dicharachero y con cara de pillín, al darme el cambio me cogió toda la mano, yo lejos de pensar que era una picardía por ser ambos jóvenes, cuando llegué a casa, dije que el dependiente había intentado robarme el anillo de oro. No se lo creían. Me pidieron que les hiciera una demostración y se morían de risa. ¡Cómo decían que en Madrid lo robaban todo!. En aquellos años existía la moda de contar chistes de Quevedo y casi todos escatológicos por cierto. No sé que peripecias viviría Quevedo en Madrid. El caso es que dio mucho juego. “ Iba Quevedo por Madrid y sintió la necesidad de hacer “mayores”. Buscó un lugar propicio, se bajó el pantalón pero con el nerviosismo olvidó de bajarse el calzoncillo. Se levantó y al dirigir la mirada a su “obra”, y ver que allí no había nada exclamó: “¡Caramba, es verdad que son rápidos aquí!”.
Otro era que tuvo la misma necesidad (aquí ya se bajó el calzoncillo). El caso es que pasó por allí un madrileño “finolis” que al verlo exclamó, “¡Qué, vedo!”. A lo que Quevedo, asombrado dijo: “¡Ostras tu, hasta por el trasero me conocen!”.
También se hacían bromas con los Santos patronos . Por ejemplo se decía que el patrón de los conductores era San Frenando. El patrón de los bailadores era San José de Arrimatematea etc.
También era inagotable el tema de ¿qué le dijo?. Ahí va un ejemplo. ¿Que le dijo un WC a otro ? ¿Qué le dijo? “No podemos dedicarnos al contrabando porque siempre nos tienen el ojo encima”.

Antes de ir a Madrid, yo ya había estado en Toledo. En mi pueblo tuvimos durante un tiempo un Sr. Secretario en el Ayuntamiento que vino de fuera, el cual(pienso yo), que cuando su hijo ingresó en el seminario pidió el traslado a Toledo.
El caso es que me fui a su casa a coser con la intención de que mi hermano se encontrara más acompañado. Yo lo visitaba jueves y domingos y con mi sueldo de cinco pesetas le llevaba “chuches” y tebeos. No recuerdo en qué versarían nuestras conversaciones, lo que sí se es que reíamos a mandíbula batiente, en aquella enorme y vetusta sala del seminario menor de Toledo, donde éramos el foco de todas las miradas. No sé si bien o mal visto, pero, ¿qué quieren?, Éramos dos adolescentes felices de estar juntos.

Mi hermano parando un comprometido “chut”en el patio del seminario.


Los guardapolvos grises también se los confeccionaba yo. Sin embargo creo que mi hermano, a diferencia mía, sacó otros genes de más rango (la sencillez la adquirió). Tanto es así que las sotanas debían ser de la mejor calidad, cambiaba de gafas cuando salían otras más modernas, como las míticas gafas “amor”.
También le abastecía de las pastillas Fosglutén, para la memoria, etc., etc.. El día de su ingreso, durante los exámenes yo lo pasé junto al Sagrario y “conseguimos” la nota de Notable. 1º

A estas alturas, pienso que de Toledo se sabe todo. ¡Que fantástico! La catedral, sus calles, sus museos, el Alcázar derruido, donde te mostraban el teléfono con el cual el joven hijo del general Moscardó habló con su padre para decirle:
-Papá, si no te rindes me asesinarán y volarán el Alcázar-. A lo cual el general respondió.
-Hijo, encomiéndate a Dios, y muere como un héroe.

Los señores, donde yo estaba, eran personas pudientes y sencillas. Pero cuando consideraron que no me necesitaban me recomendaron a una familia que conocían en Madrid.
También, buenas personas. Pero aquí, tenían una doncella que era un auténtico duende que trabajaba como una energúmena y la Sra. estaba mucho por ella y no le interesaba perderla. Esta chica, al alba, se ponía las gamuzas bajo los pies y era una locomotora sacando brillo al parquet. Súper-ágil para servir la mesa ... etc.. Pues bien, en esta casa tenían los alimentos bajo llave, y no se como se las ingeniaría la doncella para sacar algunas cosas. El caso es que en una ocasión vieron el corazón de una manzana en una maceta de la terraza. La Sra. debió preguntarle y la chica me culpó a mí. Me preguntaron, yo aseguraba que no había sido, pero de nada me sirvió.
Desde entonces, las sospechas de todo caían sobre mí. La Sra. se planto en que “El que hace un cesto hace ciento” y fue horrible. Creo que la chica me cogió celos al ver que ambas teníamos trabajos muy distintos.

Yo acostumbraba a ir a Misa temprano, pero desde ese día, quitaron la llave de la puerta y la guardaba la Srta. debajo de la almohada. Decían que si la necesitaba que la pidiera, posiblemente para que desistiera de ir a Misa. Pero claro, por aquel entonces, yo creía que era antes la devoción que la obligación, y a pesar de la gran humillación que suponía despertarla, lo hacía.

Un día vino de visita un joven sacerdote, al cual habían pagado los estudios, no sé si con la intención de que me analizara. El caso es que me dice la chica que la Sra. me llama. Acudo a la salita y me dice que le repasé el forro de la sotana y algún botón.
La amargura invadía mi alma y mi rostro, sabedora de que se estaba sometiendo a juicio mi honradez.
Mientras cosía aquel sagrado hábito por el cual yo estaba sacrificando parte de mi vida, pensaba con la mayor congoja, como podía darse tan vil paradoja Bueno, esto lo pienso ahora. Entonces creía que aquellas personas eran instrumentos de los que Dios se servía para humillarme y así mediante el dolor , purificarme de mis culpas.

Para mí es insoportable vivir en tensión y poco después me despedí i marché al pueblo. Pasados unos meses conocí a la Srta. Paz y me fui con ella a Madrid.

Pasado un año mi Madre me reclamó y tuve que dejar Madrid, donde tan a gusto me encontraba y donde había vivido tantas y tan ricas experiencias. Me llevaba el título de corte y confección. Al llegar a casa había que pensar en trabajar y puse un taller de confección. Las chicas de A.C me esperaban con los brazos abiertos y nueve de ellas fueron mis primeras alumnas. Las cuales aprendieron bastante; algunas se establecieron.

Para la costura, como para muchas cosas, hay que tener vocación, y quien la tiene, consigue metas. Yo nunca tuve metas, porque nunca tuve ambiciones. Claro, ¡si todo es nada!.

Mi paso por la vida ha sido como un reguero, por no decir un riachuelo donde han bebido cientos de personas. Y seguirán bebiendo mientras viva. Pues, a pesar que ahora no quisiera que así fuera, sigo siendo la ingenua de siempre.
El otro día oí en la tele que las personas ingenuas hacen las mayúsculas muy grandes, y yo las hago descomunales todavía y a pesar de todo. Voy a intentar hacerlas pequeñas, a ver si de esta forma me cambia la psiquis y por tanto mi vida. Aunque sinceramente, sé, que ya he perdido todos los trenes habidos y por haber. Eso sí, a excepción de una quiniela.

Pues bien, todas las chicas que venían eran estupendas y el ambiente era casi angelical. Lo cual todavía me escribo con alguna, y al resto las llevaré siempre en mi recuerdo. Había una, Marcela, la cual ingresó en las religiosas clarisas. Esta chica me adoraba. Cada tarde al llegar a casa lo primero que decía era :”María, voy a peinarte que quiero que estés guapa”. Y es que yo iba con el pelo tirante y dos horquillas. Si un día no podía venir a coser, no dejaba de venir a hacerme una visita. ¡Un beso guapa!



Antes de la conversión me arreglaba un poco más.

Nuestras conversaciones siempre versaban sobre religión y el apostolado. Y es que teníamos el acicate de San ¿Ignacio de Loyola? El cual, en sus reflexiones pensaba,

“¿Para que nací yo?... para salvarme
que tengo que morir es infalible
dejar de ver a Dios y condenarme
triste cosa será pero posible.
!posible,...posible y tengo apego a lo visible
de que me ocupo, en qué me encanto
loco debo de ser pues no soy Santo!

Una vez tocamos el tema del asesinato de la niña catalana, Josefina Vilaseca, que prefirió el martirio antes que ser violada. Todas aprobamos esta decisión, pues pensábamos que el martirio lleva derecho al cielo. Y esto no solo lo veíamos como un acto de fe, sino como un acto tremendamente inmoral. Y cual no sería nuestro asombro, cuando una de ellas, LOLA S., dijo que ella no se dejaría matar. Que su vida era muy valiosa y que esperaba hacer muchas cosas buenas en su vida. Y así ha sido, que aun ahora con sesenta y cinco años, sigue comprometida con el apostolado en suburbios. Personas así son las que hacen pensar y no las que somos burros de noria, caminando por donde los demás quieren.

Un defecto sí que tienen las principiantes de costura y es, que no les gusta deshacer la labor, suponiendo que esta esté mal hecha. Yo les decía que la reparación era cuestión de media hora y que la prenda la lucirían mucho tiempo y que valía la pena esmerarse. Lo comprendieron a la primera y fueron superpulidas.

Si, si, también teníamos nuestras diversiones lúdicas, y era el fútbol. Presumíamos de sabernos de memoria la alineación del mejor equipo de aquellos tiempos; creo que era la Real Sociedad. A saber, Pio Alvarez, Juan Ramón, Bertolí, Sierra, Lelé, Epi, Amadeo, Mundo, Asensi y Gorostiza.
Pues por entonces se creó un segundo equipo de fútbol en el pueblo. Digamos que uno ya existía. Todos eran oficinistas y "chicos bien", y el nuevo equipo era de chicos de oficio.

El primero era el equipo A, y el segundo fue el equipo B. Así que el ingenio y fervor popular compuso un himno la mar de bonito. Y nunca mejor dicho lo de la “mar" por que le pusieron la música de "mirando al mar", de Jorge Sepúlveda. Y como las cosas de la juventud, difícilmente se olvidan, tengo el gusto de transcribirla, pues las cosas de mi tierra las llevo muy dentro del corazón. Decía así:

Al equipo de Villarrobledo A (Bajo el palio de luz
crepuscular)
le decimos con mucha satisfacción (cuando el cielo va
perdiendo su fulgor)
que aunque ellos se creían que jugaban mucho más,
nuestro B ha resultado campeón.
Y es que siempre que ha jugado nuestro B,
se llenaba el campo de San Antón
por que juegan con nobleza y gran serenidad
y además es que las chicas todas van a su favor
y les cantan y les sonríen con muchísima ilusión.

Viva el equipo B (Mirando al mar soné)
viva su entrenador (que estabas junto a mí)
que con su agrado
ha sabido despertar
en el pueblo una gran emoción
y aunque juegan muy bien
orgullosos no son
y les aprecian de verdad
y les tienen predilección.

En la puerta ya esta Aurelio preparado
por si acaso se le escapa algún balón.
Pero a Bello y Agustín siempre a su lado
y Chazarra que se tira sin temor.
Con Portillo y Alfonsete no hay cuidado
línea media no la hemos visto mejor
y tenemos a Pacucho que jugando quita el hipo,
tenemos al gran Medrano delantero del equipo
y por si nos falta algo, allí están Paco y Juanito

Viva el equipo B...



Esto eran picadillas inocentes, pues existía entre todos una gran camaradería. Tanto es así que los aludidos no osaron rebatirla. Alguien escribió con mucho tino que con las gentes de allí nunca te llevas sorpresas. Siempre son consecuentes con lo que dicen y hacen.

Pertenecíamos a la diócesis de Toledo y era habitual que vinieran al pueblo sacerdotes, nada más celebrar su primera Eucaristía. Teníamos un gran párroco y siempre había uno o dos de estos nuevos sacerdotes que hacían de coadjutores que pasado un tiempo y con la experiencia adquirida, les daban otros destinos casi siempre de párrocos de pequeños pueblos. En aquel tiempo funcionaban cinco parroquias, tres conventos y dos ermitas. La principal era la de Nuestra Señora de la Caridad.

Por esta razón, tuvimos la suerte de conocer sacerdotes extraordinarios que venían con todo el fervor del seminario. Pero como en la viña del señor hay de todo (nunca mejor dicho), en el sentido que unos eran más activos y otros más dados a la oración y el recogimiento, pero todos fabulosos.

Referente a esta dualidad de actitudes en el servicio divino, y las dos superválidas, quiero explicar algo que a mí me gustó oír. Lo oí del Sr. Arzobispo Dr. Jubany. Se refería a San Francisco de Sales, patrón de los Salesianos.
Pues bien, le preguntaron a San Francisco, que qué opinaba sobre el evangelio en que Marta recriminaba a María por no ayudarle en las tareas domésticas y “perder el tiempo” contemplando al Maestro. A lo cual, San Francisco respondió:
"Mirad si hubiera sido María quien dijera: "Maestro, no ves a Marta que trajín se lleva de aquí para allá, sin apenas prestarte atención...” ,Jesús hubiera respondido: "María, Maria, considera que si no fuera por Marta, que se ocupa de nuestro alimento Qué sería de nosotros? Su trabajo es fundamental ". Verdad que es bonito?.

Todos conocíamos la esencia de este evangelio pero nunca especificado con tanta sencillez, convicción y caridad. Y es que San Francisco de Sales era "tela". Dicen que era el Obispo de las buenas maneras. Aquí, San Francisco nos dice que los Evangelios pueden tener más de una versión. Pues no deben faltarle amor y sentido común.

Como dije, a estos sacerdotes los trasladaban, dejándonos lo mejor de sí, sus consejos y su ejemplo. Conocimos un D. Luis Rodríguez, cuyo poder de convocatoria era insuperable. Un trabajador incansable. Movilizó a toda una barriada aislada, para que se construyeran su propia parroquia. Y aquel barrio pasó a llamarse barrio de Pío XII, cual la parroquia.

Cuando se marchó nos dio la bendición y nos dijo: "Pedid a Dios que nunca os falte el sufrimiento". A cada una nos dio un libro con una dedicatoria. A mí me dio uno titulado: "Vive tu vida" y puso lo siguiente: "Vive tu vida, te enseñará la vocación y la misión que Dios te dio. Vive tu vida de verdad, consciente aunque no la sientas, alegre aunque el alma llore. Vive tu vida optimista, con el optimismo y la seguridad de Dios". ¿Total, No? (fue consiliario de A.C.)( E.P.D)
También tuvimos a un D.Antonio Gómez. Puro espíritu. Casi todo el sueldo se lo daba a los pobres. En cierta ocasión, ya en Sevilla, se ofreció como rehén a cambio de un preso con niños pequeños. En la despedida nos dijo: "Si alguna vez sentís un temblor en el alma, es que os he mandado una bendición" ¡Esto es vivir la Fe!
(E.P.D.).

También llegó un D. Fernando Fillol, era de Levante, se le veía de familia bien. Ocurrió algo muy curioso y es que este agradable sacerdote rubio y cara de adolescente, vino como si dijéramos, rompiendo moldes. Era cuando los sacerdotes empezaban a definirse como hombres. Pues bien, causó cierto revuelo entre los feligreses el hecho, que al consagrar y levantar las manos se le viera "brillar" el reloj de pulsera. Y también un poco las bocas del pantalón. Se corrió la voz y todo el pueblo pasó por aquel convento de las clarisas (donde vino destinado). Los sacerdotes siempre llevaron reloj, pero en el bolsillo de arriba de la sotana.
Por su aspecto tan particular, sentimos curiosidad por conocerlo, y enseguida comprendimos que “las clases marcan” y que era una persona de una formación especial.

Este nos decía que cuando tenía que dar una platica o un sermón, unos días antes lo tomaba como punto de meditación y así le sacaba todo el partido posible. Un buen ejemplo a seguir para meditar nuestras palabras y sus consecuencias. Se llevó un buen recuerdo del pueblo.

Por último diré que un sacerdote se compró un coche SEAT ,pues mi pueblo tenía una gran extensión y sin lugar a dudas el coche es un buen recurso (también apostólico). Por entonces habían ocho o diez coches en el pueblo, por lo que el coche de este sacerdote era muy reconocible. Así que cuando se vislumbraba, la gente decía: "Por ahí va el bendito SEAT". Era Don Santos. Trabajó mucho con las juventudes obreras.

Otro más. D. Casimiro estuvo viviendo en una casa donde había de vecina una niña de unos cuatro años. Esta inocente niña le decía con frecuencia "Dame un beso", y él, haciendo uso de su voto de pobreza espiritual, siempre le respondía "no tengo hechos". Fue esta, una inolvidable etapa de mi vida.


En mi pueblo el trabajo estaba mal y hacía tiempo que queríamos salir del pueblo, así que un día nos decidimos y con dolor tuvimos que dejar nuestras raíces y aún sentimos su sabia en las venas y en los sentimientos.

Durante mucho tiempo tuve remordimiento por no despedirme de tan buenas amigas (alguna se sintió dolida) como la adorable Carmen Díaz. La verdad es que salimos, más bien a buscar, mi madre y yo. Empezamos por Madrid, pero no había gran cosa y precisamente en Madrid, una amiga de la Srta. Paz, me recomendó para coser en Barcelona, nada menos que en casa del Doctor Andreu (“Padre” de las pastillas Juanolas).Y era cuestión de no perder tiempo. Nunca más volví a tener amigas, me volqué en mis hijos que fueron el motor de mi vida.

Aquí en Barcelona, teníamos unos tíos que siempre nos estaban animando a venir porque aquí abundaba el trabajo. Así que sin pensarlo nos vimos desde Madrid a Barcelona, además esas despedidas hubieran sido desgarradoras. Con algunas me escribí durante varios años. Nuestros tíos y primos nos recibieron con el corazón para el tiempo que fuera necesario.
Vinimos en Junio del 57 y enseguida encontramos trabajo.

Poco después, se vendieron unas cosas que había en el pueblo y compramos una parcela de unos 500 m2 donde trabajamos todos como negros para construir una gran casa. Allí nació y murió mi primer hijo. No sé porqué mi hermano se quedó con ella.


Dos años después me trasladé a Cornellá, llegamos en Mayo del 60, con una preciosa niña de cinco meses; Lucía. Lucía se llevaba 14 meses del niño anterior, y cuando Lucía tenía 9 meses, quedé embarazada del tercero, Luis.

En tres años habíamos tenido tres hijos, llevada por las normas de la iglesia que dice que cada “acto” debe dar oportunidad a una posible vida. Además leí que la menstruación es, que “la naturaleza llora lágrimas de sangre por el hijo no engendrado”. ¡Ahí es nada! También S.S. Juan XXIII decía al respecto que, Dios bendecía las ollas grandes.

Gracias a que llegó a mis manos el método anticonceptivo Ogino, aprobado por la iglesia y que consiste en practicar la continencia en los días más fértiles que son diez o doce días al mes.

Debido a que siempre tuve una menstruación regular, de veintiocho días, me adapté, con gran facilidad. De esta forma el niño llegó a tener cuatro años. Y como la iglesia dice que se deben tener todos los hijos que se puedan mantener, creí que debía tener un tercero, ¡Ilusa de mí! Además creía a pies juntillas que daba a un nuevo ser la oportunidad de poder ir al Cielo.
Los seis años que vivimos en Cornellá fueron muy duros, también en lo espiritual. Pues ir a misa con los niños de corta edad es bastante engorroso. Aunque nunca se ha prohibido llevarlos, una sabe que es un lugar donde debe haber absoluto silencio.

Yo, las dudas que tenía, por supuesto que las consultaba con los sacerdotes. Y, aunque la base de la religión era la misma, suele haber variedad de opiniones. Unos decían que había que obedecer a Dios sobre todas las cosas, por lo tanto ir a misa. A la vez que otros decían que el deseo del marido era la voluntad de Dios “significada”. Eso que ahora, creo, llaman corresponsabilidad.

En una ocasión fui a comulgar con el niño en brazos y este aprovechó para apagar la vela que llevaba el monaguillo. Creo que no hizo mucha gracia, pues aquí, para el asunto de ceremonias son quasi perfectos. Aunque no dudo que alguien se reiría. Pero yo lo pase mal, porque no me gusta significarme en nada. Pero tampoco podía dejar de comulgar por respetos humanos. Pues el niño lloraba si lo dejaba con alguien. Además, esas cosas aquí no se llevan. Aquí va a los actos, el que puede ir sin molestar a nadie.

Desarrollé como nadie el arte de la multiplicación y con gran esfuerzo conseguía que no les faltara “casi” de nada.

Los niños se fueron haciendo mayorcitos y ya se portaban mejor en la iglesia. A la vez que iban asumiendo la religión como algo natural y necesario. Y, aunque yo evitaba en todo lo posible que captaran ciertas trifulcas, no pude evitar que se apercibieran de la gran tensión reinante.
Este era un barrio nuevo y no tuvimos parroquia durante unos años, hasta que se construyó una nave provisional, bajo la advocación de Nuestra Señora del Pilar. Cuyo párroco era un gran sacerdote. Ex-misionero, trabajador y piadoso: Reverendo D. Gabriel Vinamatas (E.P.D). Yo quise colaborar en algo, y como conocía la existencia de la Editorial "El Mensajero del Corazón de Jesús", con sede en Bilbao, por haber sido subscriptores de esta estupenda revista allá en el pueblo. Pues bien, escribí a Bilbao, pidiendo si tenían revistas y libros, que nos los mandaran para una parroquia que empezaba. La respuesta fue inmediata. Mandaron un enorme paquete de ellos, que se puso a disposición de los feligreses.

Como este sacerdote había sido misionero era muy austero. El confesionario estaba “pelado". Yo, un día llevaba un cojín, otro día, una almohadilla para las rodillas, otro día la cortinilla. También ponía aceite a las bisagras de la puerta de la calle, porque chirriaban lo suyo. Llevé, unos grandes ramos de flores secas que adornaron el altar durante mucho tiempo. Un día me dijo ¿qué pretende usted arrancarle al corazón de Jesús?
Pasados seis años decidimos vender el piso y comprar un local con vivienda en el Vallés y puse una pequeña tienda de comestibles.

El dinero que nos habían dado por el piso se había agotado hasta el último céntimo. Yo busqué, y rebusqué, mayoristas de alimentación que con gran suerte me dejaban el género en fianza. Abrimos el 19 de Mayo del sesenta i siete. Había de todo un poco quedamos contentos por la experiencia del primer día. Por la tarde un vecino me preguntó que tal me había ido la venta, y yo le dije "bien, muy bien". A lo que él respondió, "Es usted la primera comerciante que he oído decir que le va bien la venta". Es verdad, he puesto atención, y a todos les va mal. Fue el Sr. Manuel Muela.

El asunto de las ventas no me era desconocido. Además que me sentía infinitamente agradecida a las personas que venían a comprar y por tanto, traer el pan para mis hijos.

Así es que yo me levantaba a las seis, varios días a la semana, iba a buscar la carne al matadero, después la fruta, y por supuesto a misa. Yo creía que debía darle a Dios parte de mis ganancias. Me parecía horriblemente absurda aquella frase que dice: "Es antes la obligación que la devoción". Pues bien, debido a que abría a las nueve o las diez, perdía ventas. Pues los demás abrían a las ocho.

Para mí, el dinero, nunca fue lo más importante. ¡Ojo! Mientras se tenga lo imprescindible, y creo que el dinero, es la "piedra de toque" de la sinceridad. Y que la pasión que merma el bolsillo, es autentica pasión.

Tuve que especializarme en dar fiado, y así fui saliendo adelante gracias a unas clientes que me pagaban por quincenas o por meses. Debo decir que ninguna me quedó a deber ni un céntimo. Y pienso que nos tenemos un agradecimiento mutuo, al menos el mío, es a perpetuidad.

Además del género, les dejaba dinero para el pan y el pescado. Las abastecía de butano y de todo lo que hiciera falta. En una ocasión a una se le rompió la lavadora y como su esposo era mecánico me compadecí de que lavara a mano y estuvo viniendo a lavar a casa hasta que pudo arreglar la lavadora. ¡Una pasada! Pero gracias a ellas yo podía amortizar las letras del piso y vivir con cierta holgura. También tuve que buscarme a una niñera para que cuidase a la pequeña que tenía 9 meses. Vivíamos en un bloque de diez pisos , y cuando los niños venían del colegio, llamaban a sus madres que bajaran a buscarlos y estas, o no podían o no querían. Yo, en un momento los subía con el ascensor. Nunca entendí su actitud, siendo el ascensor de subida y de bajada.

El milagro de la tienda, me trajo quince años de relativo descanso, por aquello de: "Los duelos con pan son menos”.
Llegó la etapa de la primera comunión. Y como aquí siempre íbamos a salto de mata. Además de la poca ilusión para celebraciones, pensé que la celebraran los dos a la vez. El párroco de aquí se oponía, decía que con seis años y medio era muy pequeño Como si a los diez fueran consecuentes! Creo que era S.S. Pío X quien decía que cuanto antes se acostumbraran, mejor. Creo que esto, como tantas cosas, sigue siendo una incógnita.

El caso es que fui al pueblo de al lado, a Montcada. Allá ponían menos impedimentos, y previo examen fueron admitidos.

Nuestras amistades y salidas eran nulas. La distracción que teníamos los niños y yo, era salir a pasear por los alrededores. Adoptamos un hormiguero de los muchos que había. Les llevábamos comida todos los Domingos, y si había llovido le volvíamos a abrir la entrada. Bueno, ya tenían una ilusión para el Domingo.

Pasados unos cinco años , la profesora del chico nos dijo que habían venido unos seminaristas salesianos, ofreciendo becas a niños buenos y estudiosos para la Escolanía del templo del Tibidabo. La profesora eligió a tres, siendo mi hijo uno de ellos. Tenía once años.

Yo pensaba que era la realización del ofrecimiento que hice a Dios de todos mis hijos cuando nacían. Las notas que recibíamos cada mes a casa no podían ser más satisfactorias.

Por entonces ofrecí mi vida a Dios de forma más consciente. Pensaba que mi vida no era nada a cambio de las muchas que podía salvar mi hijo.

Ocurrió que a los ocho días me dio un cólico nefrítico impresionante. Es de los más dolorosos. El médico de cabecera pensó que podría ser otra dolencia, y tras diez días de medicación infructuosa me hicieron radiografías, y apareció un enorme cálculo en la boca del uréter que impedía el funcionamiento del riñón, por lo que la operación era inminente.

En mi familia nunca habían habido operaciones, por lo que una intervención quirúrgica era algo terrorífico para mí. Por lo que tiene de riesgo para la vida. Y yo, hacía pocos días que había ofrecido mi vida a Dios. ¡Vaya prueba! ¡Pero es que tenía tres hijos que me necesitaban!.

Pensé, en aquel pobre leñador, que abatido por el hambre y el frío, cayó de bruces bajo el peso del haz de leña que portaba. Desesperado, llamó a la muerte y cuando esta acudió a su llamada, él se apresuró a decir: ”Yo te llamaba, para que me cargaras la leña”.

El caso es que había que rendirse a la evidencia. La muerte podía ocurrir y yo no quería que Dios viera que se la daba por fuerza o con enojo.

Así que haciendo un acto heroico, pude desarraigarme de todo lo terrenal, incluso de mis hijos. Pensando que Dios en su infinita bondad y justicia los cuidaría mejor que yo.

Recuerdo que iba en la camilla al quirófano como en volandas. Apenas sentía el cuerpo. Incluso reí en el quirófano de oír la conversación de los doctores. Una anestesista decía que estaba opositando para entrar en la plantilla en el hospital. Lo cual el doctor le dijo: " ¿Y sí preguntan que opinas de la seguridad social?" Como ven salí con vida. ¡Pero que vida!.

Estuve medio inútil durante tres años. Debido a mi desconocimiento en operaciones, no sabía si eso era normal o no. Pero por miedo a tener que pasar otra vez por el quirófano, y que me tocaran en aquel corte de treinta centímetros, callé. También pensé que iría mejorando poco a poco, pero no fue así.

Yo, ya comprobé que Dios no quería por entonces mi vida y se lo agradecí infinitamente.

En el sitio de la herida sentía unos pinchazos enormes, que en la cama era el único sitio que no me molestaban.
Cuando alguna vez me levantaba, ayudada por mis hijos, debía ponerme a modo de cinturón, una bufanda super apretada. Si no era imposible moverme por aquellos agudos pinchazos. Estoy segura que algo se les quedó dentro.

Estuve siete meses en la cama y con la tienda cerrada. En vista que la mejoría no llegaba y que los recursos se acababan, decidí abrir de nuevo a ver que pasaba. Y solo con una faja muy fuerte podía estar de pie por la mañana, y por la tarde en cama, pues me producía un cansancio enorme. Pero ya estaba con mis hijos, y podía ganar algo. Ya estaba conforme.

Yo había leído en libros piadosos, que las personas que se ofrecen al señor, como víctima expiatoria, por lo general caen enfermas. A mi no es que me alegrara la idea, pero tenía que asumirlo, fuera o no fuera cierto. Lo que sí tenía claro es que no podía retirar el ofrecimiento a Dios.

A partir de entonces, yo ya estaba más al tanto de la gente que se operaba y no se moría, y poco a poco fui perdiendo el miedo y planteándome una nueva operación. Pensaba que peor que estaba no me podían dejar. Llevaba tres años en aquel estado. Me pidieron autorización, por si lo veían conveniente extirpar el riñón, debido a que el otro funcionaba perfectamente. Efectivamente me lo extirparon. Las radiografías mostraban una enorme mancha negra que ocupaba medio riñón. La verdad de lo que había dentro, nunca lo supe. Fue en 1976. Pensé que para reclamar haría falta abogados y por tanto dinero.

La verdad es, que esta operación valió la pena. Si antes hubiera sospechado, que era posible quedar así, antes lo hubiera hecho. Apenas un mes de convalecencia, y lista hasta la fecha.

Mi agradecimiento a Dios fue inmenso, por permitirme vivir unos años más junto a mis hijos. Pensé, que debía agradecérselo de una forma que llevara algo de sacrificio. En primer lugar, pensé y lo puse en práctica, ir todos los días a una capillita que hay en la calle Junqueras donde esta expuesto el Santísimo todo el día. Iba todas las tardes a primera hora cuando cerraba la tienda, para lo cual tenía que coger el autobús y el metro, y lo mismo para volver. La verdad, esto era muy pesado, pero Él se lo merecía. No obstante, un día le dije, que me inspirase otra cosa que no tuviera tantos inconvenientes, pues tenía la tienda demasiado tiempo cerrada. Y sí, me lo inspiró. Era que rezara a diario los quince misterios del Santo Rosario. ¡Tampoco se quedó corto!. Todos sabemos lo difícil que es quitarle al día una hora para rezar, sobre todo en el mundo. Así que algunos días, llegaba la noche y no lo había rezado. Por tanto tomé la determinación de rezarlo durante todo el día y sin rosario. Lo cual algunos misterios llevarían ocho Avemarías y otros trece. El caso es que me pasaba el día rezando, lo mismo si fregaba, como si lavaba.

En aquella época, sentí deseos de leer libros piadosos. Hacía tiempo que D. Luís R. me había recomendado leer “El santo abandono”, ¡que libro! Es la más completa guía espiritual.

También compré, "Historia de un alma", es la biografía de Santa Teresita del Niño Jesús. No se por qué, esta vida, oculta, pequeña y sencilla, me producía tal emoción, que la leía hecha un mar de lágrimas. También compré, “las moradas" de Santa Teresa, ”Camino espiritual", de San Juan de la Cruz. "Tratado del amor de Dios" de San Francisco de Sales. Sentía grandes deseos de adquirir el don de la oración aunque muchos años después, decía el Padre Salesiano Víctor Macua, que orar, es parecido a tomar el sol: "Basta con ponerse delante de él, para irse uno dorando”.

Pero estas cosas tan sencillas no convencen demasiado a los principiantes y finalmente comprendes que esta es la dulce consecuencia de buscar, buscar y buscar. Uno, vuelve de la batalla derrotado y sin ánimos para decir otra cosa que... “Señor aquí está Juan”. Y es que “se murió el Santo, se rompió el molde.¿ Por qué decir a Dios lo que otros ya le dijeron? No obstante, leedlos.


Mi hijo, después de dos años en la escolanía y dos en el seminario, decidió no volver. Su padre ya se había marchado de casa por su propia voluntad. El chico me comentaba que se sentía muy feliz, y que no se cambiaría por nadie. Yo pensé, que eso era maravilloso. Y con la enseñanza que recibieron desde la cuna, era imposible que se desviaran del camino del bien: Y así ha sido pese a todo.

Último año en que se celebraría el “día del padre del alumno” 19-03-1973.


Ya algo mayores, con 14 y 15 años, empezaron a buscar trabajo con gran ahínco.

Era la difícil época de los años setenta. Las ofertas de trabajo eran escasas. Cuando telefoneábamos por algún anuncio, por temprano que fuera, ya estaba ocupado. Así que tomábamos la determinación de ir de madrugada a Barcelona, comprar el diario, y como era invierno amanecía más tarde, llevábamos una vela y así poder ver para marcar. Pues ni así, siempre habían pegas; la edad, la distancia, los estudios, etc.

Llegó un día, en que tras un exhaustivo examen entró de aprendiz en una famosa mantequería de Rambla de Cataluña. Donde tenía que llevar pesadas cajas de víveres a domicilio. Cuando lo aceptaron, a pesar que sabía de qué clase de trabajo se trataba, daba saltos de alegría haciendo la V de victoria. Por la noche estudiaba B.U.P. Ocurrió que, como vivíamos, fuera de Barcelona, y tenía la jornada partida, se llevaba un bocadillo para el mediodía. Y con la mejor voluntad del mundo se esperaba en la Plaza de Cataluña hasta las 4. Pero a los dos o tres días, alguien se dio cuenta de que iba solo, y empezaron a molestarle unos tipos, haciéndole preguntas, ofreciéndole cigarros, etc. Nos lo contó, nos asustamos y pensó que en vez de sentarse en la Plaza, se iría al Corte Inglés, y estaría dando vueltas hasta las cuatro. Pero vio que allí también le seguían. Así que decidimos que se despidiera.¡¡Con lo que nos había costado encontrar este trabajo!!. Estas cosas me entristecían. Pero quería pensar que algún día Dios les daría lo que se merecían. Estábamos necesitados, pues yo estaba recién operada, y solo abríamos la tienda los Sábados para no perder la clientela. Lo cual despachaban los chicos. Principalmente la chica que era mayor.
Tan desagradable experiencia creo que le marcó. Un adolescente no tiene recursos morales para acometer otro calvario semejante.
Poco después le ofrecieron al chico un trabajo de Disk Jockey en una discoteca. Yo no vi nada de malo en ello. Además él estaba encantado por que le apasionaba la música. Pero por la incompatibilidad de horario, quiso, o tuvo que dejar los estudios de B.U.P.. Poco después, cerraron la discoteca y quedó descolgado. Le llegó la mili y al finalizarla, se marchó a Menorca donde ha permanecido diez años.

Esto ya me mosqueaba más. Que mi hijo tuviera que emigrar para ganarse la vida, era algo difícil de aceptar, pero ante la impotencia hay que claudicar.

Yo siempre había creído, qué el día que fuera necesario, Dios vendría en mi ayuda. Yo no sabía que este momento llegaría tan pronto, y si yo me portaba como hija, Él en su infinita Justicia, debía actuar como Padre. Claro que tenía mi dosis de presunción, a la vez que de orgullo de pertenecer a tan alta dinastía. El mismo Dios se queja, en el libro "quince minutos con Jesús sacramentado", diciendo de Sí que: "Al bienhechor le gusta verse correspondido".

Y yo pienso que si Dios no protege la virtud, de qué servirá nuestro ejemplo. El desconcierto será enorme para los agnósticos.


Un día, iba yo a Misa, bien de mañana, y un librero del barrio me preguntó a donde iba cada mañana. Yo le dije que a Misa. Él añadió " ¿Y porqué todos los días?" Yo le hubiera dicho: "Por que es mi vida y mi sustento". Pero me pareció que eso no lo iba a comprender y le dije: "Por que necesito que Dios me ayude". A lo que él respondió: "Pues yo no veo que te ayude mucho". Eso duele por no poder ofrecer pruebas fehacientes del amor y la justicia de Dios.

Estando mi hijo en el seminario escribió un relato de su pre adolescencia. No sé sí se lo mandaron escribir, o lo hizo por su propia voluntad. En una ocasión en que vino de vacaciones lo vi y lo leí. Hablaba exclusivamente de su padre. Con pelos y señales de tantos recuerdos. Al final decía, “mí madre siempre se portó bien". Y Pensé, ¡solo esto dice de mí!.Me hubiera gustado que entrara en detalles. Como por ejemplo, cuando le compre la guitarra con el único dinero que tenía en la libreta. Tenía dos mil pesetas y me gasté mil ochocientas.

Siempre creyeron que yo tenía el don de los milagros. Cuando yo les negaba algo, alegando que no tenía dinero, el chico sobretodo, repondía: “No te preocupes mama, cómpralo; si nunca has tenido”. No obstante, si un adolescente, dice “Mi madre siempre se portó bien”, hay que alegrarse.

Una vez pregunte ingenuamente, al confesor de mis hijos, qué tales chicos eran, y el sacerdote me dijo: "Mire, yo no puedo decirle como son sus hijos pues solo los conozco a través de la confesión pero, le diré, como es el adolescente en general. Y es, me dijo, cuando los hijos llegan a esta edad es como si vomitaran todas las enseñanzas que han recibido de los padres y de los mayores en general y a partir de ese momento solo aceptan las cosas que a ellos les convencen. ¡Preciosa definición!. Pero que reto para los padres. Por eso pienso que hay que ser muy legales con los hijos desde la niñez, para que no pierdan la confianza luego en la adolescencia. Cosas fáciles de decir, pero ¡qué difíciles de hacer!.

Nada más marcharse el padre, quisieron traer animales a casa. Un día en que diluviaba, vieron una perrita en la calle. Dijeron de traerla y yo me negué. Pero su insistencia era tal que tuve que acceder. "Mama solo por esta noche que sino se va a morir, mañana la dejaremos marchar”. ¡Pero al día siguiente vimos que estaba preñada, y como dejarla marchar! ¿Qué sería de aquellos pobrecitos cachorros en aquel invierno?. También pensaba que al dejarla marchar mis hijos pensarían que yo no tenía corazón y quién si no yo, tenía que enseñarles la práctica de la transigencia y el sacrificio. Pues bien, la perrita tuvo cinco cachorrillos preciosos, y en agradecimiento se portaba muy bien. Todos conocemos la ternura de estas escenas. Contemplar y acariciar estos desvalidos seres nos puede transportar al más limpio de los mundos. Yo ofrecía los cachorros a las clientas, pero nada, nadie quiso y tuve que llevarlos a la protectora de animales.
Nos quedamos uno: Tomi. Un día un viajante de los que venían a la tienda (era aquel chico tan agradable de Legumbres Garrido), al oír el nombre de "Tomi", dijo que a él no le parecía bien que los animales llevaran nombre de persona. Dijo, mire Ud. a la estantería i cualquier marca o producto puede servir. Miramos y reparamos en una caja de “Té River”, y dijo... ve, River es bonito, y River se llamó. Lo cual después resultó muy conflictivo y lo tuvimos que dar para el campo. Claro que con gran dolor. Durante mucho tiempo estuvimos pensando qué sería de él. ¿Qué hará en estos momentos, tendrá sed, frío, se acordará de nosotros?, Etc. porque obligar a un animal a cambiar de hábitat debe producir el mismo "Xoc" que a las personas. O quizá más por su impotencia.

Resulta que le gustaba irse a la calle. Era entonces un barrio tranquilo, y se abalanzaba a las piernas de los motoristas. Y para evitar desgracias a las que no hubiera podido hacer frente, tuvimos que darlo. Yo soy más partidaria de darlo a la "protección" que de abandonarlos, pues allí hagan lo que hagan con ellos, siempre harán lo que más le convenga al animal. Les dije que ya no habría más animales, pero un día aparecieron con un gatito desvalido, alegando que los gatos son menos conflictivos. Era macho y como es sabido cuando están en celo quieren salir a la calle, pero cuando terminaba su "ronda" quería entrar aullando como un desesperado molestando al vecindario, así que, tenía que levantarme a abrirle. En fin, un "show". Una noche en que salió de ronda, se ve que los perros le dieron una zurra y estuvo dos días sin venir. Los niños le buscaron pero no dieron con él. También llovió y debió quedar medio muerto enterrado en el fango. Así que cuando pudo rehacerse un poco volvió a casa. Cual no seria nuestro asombro cuando lo vimos llegar casi arrastrándose y cubierto de barro. Lo limpiamos y lo alimentamos y vimos que poco a poco le iba creciendo un gran bulto en el carrillo, y él un día rascándose explotó quedándole una desagradable herida. Convencí a los niños para llevarlo a la protectora pues no había dinero para el veterinario. Además por entonces no había veterinario en el pueblo. Había que ir al pueblo contiguo y en taxi. Imposible. Se llamó "mica", (Poca cosa).


Les dije que me dejaran tranquila durante un tiempo, y así fue durante 4 años, hasta que un día mi hija pequeña con dieciocho años se presentó con una perrita recién nacida que enamoraba. Le reñí. Dijo que cuidaría de ella y se quedó. No hay palabras para explicar el comportamiento y la docilidad de este maravilloso ser. Como yo tenía experiencia que casi nadie puede tener, animales no quise que criara. Y dicen que las perras que no crían viven menos años. Esta vivió 10, se le coaguló la sangre y murió con mis manos sobre su cuerpo. Era toda fidelidad y amor. Esta ya pudo tener veterinario.


Una noche de tormenta, si, siempre llovía. Estas cosas ocurren constantemente, pero los días aciagos del invierno las hacen más trágicas, y es cuando más llaman la atención. Sobre todo a las personas que estamos tan sensibilizadas con este tema. Pues bien, mi hija vino diciéndome que había un gatito de pocos días, maullando desconsoladamente. Yo le dije que nosotros ya teníamos la perrita, que ese tenía que acogerlo otra persona, que no se preocupara, que ya lo cogería alguien, porque la noche de tormenta clamaba al cielo. Se tranquilizó, pero cual no seria mi asombro, cuando al día siguiente al salir a comprar vi al gatito en el fango dando sus últimos lamentos. Supongo que muchas personas sentirían no cogerlo. Cada uno con sus razones. Lo que sí hay que hacer es una asistencia más efectiva.
Necesitaría mucho espacio para explicar todo lo que tuve que indagar para que me aceptaran el cadáver de la perrita en 1994 y que no encontré ayuda de nadie. Por mi gran amor a los animales y considerando lo mal que lo pasan, los veranos con los parásitos y la sed, los inviernos la lluvia y el hambre. Se me ocurrió hacer quinielas con gran fe y entusiasmo con la ilusión de poder ayudarles. La ilusión del lunes se unían el desencanto del domingo. Y así semana tras semana. También creí que Dios quería probar mi paciencia y Fe. Pero terminé con el corazón un poco más duro.

Creo que los animales (si es que no se pueden o deben esterilizar) merecen toda nuestra atención. Las personas sabemos pedir, incluso robar. Pero los animales son lo más indefenso y puro que existe. Incluso si los pisas te lamen las piernas. Reconozco que queda mucho por hacer.

Dicen los expertos (y yo lo creo) que los animales tienen menos frío del que nosotros nos imaginamos. Pero todos sabemos que si en una casa hay fuego o una estufa, el animal se pone junto a ellas y es que los animales, al igual que el hombre tienen un poder de adaptación enorme en todos los aspectos de la vida (menos en el hambre).
Si probáramos a dar a un animal todo lo que el puede ir asimilando nos asombraríamos, incluso los gatos, los cuales tienen fama de independientes y egoístas. Recordemos el reciente caso del cerdito Trufo que hacía “vida en familia” y cayó en depresión al ser abandonado por sus dueños por un traslado de trabajo. ¡Qué triste el espectáculo de las perreras! ¡Tantos animales y tan solos! Aquellas tristes miradas a través de la reja de su celda, parten el corazón.







Pienso, que “la palma” del amor a los animales se la lleva la actriz Florinda Chico, al poner a su querido perrito el nombre de su difunto y amado padre; Enrique.
Si como decimos , a los animales hay que proporcionarles una vida adecuada, pensemos que se necesita una infraestructura idónea, o sea, que los municipios tengan un espacio disponible para cuando tengamos verdadera necesidad de dejarlo. De lo contrario nadie podrá evitar que se produzcan situaciones desgarradoras, tanto para los animales como para los dueños.
Pienso que no debe ser nada fácil abandonar un animal. Pero es que hay situaciones en las que un animal te ata de una manera brutal. Todo dependerá del número de miembros y de la buena voluntad de los mismos en turnarse. Porque debes saber que has de renunciar a vacaciones, excursiones, etc.
Tampoco es fácil dejarlo a familiares o amigos puesto que esta ayuda se precisa mayormente en vacaciones.

Por tanto hay que reivindicar infraestructuras para estos animales. Aunque en estos sitios también echaran a faltar la presencia de sus amos, pero siempre será un mal menor.

Faltan soluciones efectivas, de lo contrario, tendremos que enterrar a nuestros animales con nuestras propias uñas, exponiéndonos a enormes sanciones (y quien sabe si cárcel) por atentar contra la salud pública.

Por supuesto también me preocupa, como a tantas personas, el problema de la pobreza humana. Cuando iba a Barcelona las buscaba para darles lo que podía. Siempre he creído (bien o mal) que nadie pide por gusto. Sí, hay instituciones, pero la libertad es tan bonita y natural. Poderse uno tomar un bocadillo en la plaza de Cataluña o paseando por las Ramblas, es algo por lo que hay que luchar, aunque comprendo que la mendicidad no se soluciona con limosnas.

No obstante un día di 200 Ptas. a un joven famélico para que se comprara un bocadillo YA. La persona que me acompañaba dijo que mí situación no era para dar limosna. Yo le respondí que si veníamos de desayunar en una cafetería no podía cerrar los ojos ante las necesidades de un semejante que se muere de hambre.

Cuando me sobra tiempo paseo por las calles y plazas de Barcelona. Me embeleso contemplando las vetustas y señoriales casas que conforman la ciudad, y esas puertas forjadas que son auténticos encajes de bolillos. Las miro y remiro y pienso en aquellas gentes tan preocupadas por la calidad y la belleza, y digo como aquel "Ahora ya no se hacen cosas antiguas".


Mi hija pequeña no fue tan buena estudiante como los mayores. Como éstos eran tan aplicados yo creía que ella saldría igual. No obstante es muy sensata y cariñosa ;El que no se conforma es porque no quiere. De niña sentía adoración por mí. Un día cogió la maquina de escribir y dice que sin proponérselo le salió esta carta :


"Yo te escribo esta carta por ser la más bella de las mujeres. Tu dirás que no tienes nada, pero tienes más que Bárbara Rey, y te quiero más que a Leif Garret. Eres más guapa que Miss Europa.

El nombre que te pusieron te lo mereces más que ninguna otra mujer. Cuando tenga hijas si son todas niñas les pondré Maria 1 , María 2 , Maria 3 , María 4 . Y si tengo niños les llamaré Mario. Porque todo lo que tu tienes es la maravilla del mundo. Eres solamente Tu, tus manos, tus cabellos, tus dedos, tus dientes, etc. Eres tan bella como una rosa y la reina de las mujeres. Eres una Santa Maria, tus manos son de oro y tu piel como el coral. Eres la que más vale del universo.
Tu hija Victoria.



¿Se puede pedir más?. Claro que por estas fechas no sé sí ya había vomitado o no. Tenía 13 años.

Un día en que veía un spot en T.V. de la lechera que decía: “Si pones una cucharada es como si pusieras dos”. A lo cual ella apostilló... “si te pones bizco que si no...”.Y aún hoy lo sigue siendo.
El otro día en que yo me disponía a salir a la calle, me dice:
-Mama, cómprame un pastel. Yo en broma pero seria le dije:
- ¿tu crees que te lo mereces?-.
-Es igual, no me lo traigas sino.
Claro que se lo merecía y se lo traje.

Por otro lado mí hija mayor por su inteligencia y sensibilidad fue la que más sufrió con la tensión reinante.
A pesar de todo era y es súper estudiosa. Tiene diplomas para llenar una pared y en todos sobresaliente. De Catalán, de natación, servicio social, administrativa, B.U.P., Profesora de E.G.B., y psicóloga. Hasta que encontró un trabajo fijo por mediación de nuestra buena amiga Eulalia Rabal (de la Llagosta) con 16 años, hizo de canguro, repaso de EGB., fue vendedora de cosmética e hizo un curso de corte y confección. También escribió los textos de L'AVIA CUINA, e hizo de extra en algunas películas. Por fin se colocó en un almacén donde trabajaba de mañana. Se levantaba a las 5 para poder estudiar por la noche. Nunca tuve que despertarla ni recordarle sus obligaciones.

Siendo ella muy niña pasábamos cerca de una casa en demolición y reparando en ella dijo, “Qué tontos son los hombres, tiran esta casa y tiene un rosal”.
Pensé que una persona de esa sensibilidad habría de sufrir mucho en la vida.


Como ya comenté aquí teníamos un Párroco, bueno por supuesto, pero de aquellos que solo saben “decir Misa en su misal", (frase hecha). Aprovecho para decir una bromita acerca de esta frase. Esto era un sacerdote que cuando viajaba siempre llevaba el misal, supuesto tenían que celebrar Misa a diario. Pues bien el Sacerdote de esta historia decía que solo sabia "decir Misa en su misal" y era porque le faltaban la mitad de las páginas.
No era ni muchísimo menos el caso de este buen sacerdote, pero que anteriormente había ejercido en un convento de monjas en un pequeño pueblo de montaña y por esta razón estaba acostumbrado a la tranquilidad. Y ocurrió que este pueblo creció rápida y enormemente, vinimos personas de todos los puntos de España, lo primero que “le” hicimos fue construir un enorme bloque de pisos al lado de la parroquia, quitándole el sol en buena parte. La gente le pedía cosas nuevas y el se resistía, hubieron tensiones.

Enseguida le conocimos el carácter y vimos que no era todo lo que parecía en un principio (E.P.D.). Con la afluencia de personal a la iglesia, el obispado envió ayudarle a un P. Salesiano, Víctor Mácua, joven y muy puesto al día.
Este quiso desmitificar el tema de la confesión y fue muy bien aceptada esta novedad. Corría la cortina, encendía la luz y confesaba cara a cara, más que una confesión era una charla entre amigos. Un día uno de mis hijos me dijo que había confesado que se había peleado con su hermana, a lo que el Sacerdote le respondió: "¿Y quien ganó?" Esta era su línea.

Al final de la confesión les decía " ¿Qué penitencia crees que mereces?" Él quería amigos mas que penitentes y que aprendieran a responsabilizarse de sus actos.

Pues bien, este sacerdote, y se supone que con permiso del Sr. Párroco, traía con el los domingos dos o tres seminaristas salesianos entre 18 y 20 años que con una guitarra y bonitos cánticos animaban la Misa Mayor. El Párroco aguantó unos domingos y cuando ya no pudo más dijo que quien quisiera baile que se fuera a la Plaza. Fue esta una tremenda desilusión para todos. Pero pienso que sobre todo para aquellos sacrificados y entusiastas seminaristas que con su buena fe trataban de captar la atención de la juventud tan alejada hoy de la iglesia. Se marcharon con gran dolor tras haber hecho muchos y grandes amigos. Yo, tremendamente afectada, pensando que aquello no era justo empleé mis escasos medios y conocimientos en busca de ayuda. Estas son algunas de las respuestas de personas tan sensatas
Como estas.







María Gimena

A finales del 74 venía en la hoja parroquial que vendrá a Barcelona el Sr. obispo de Castellón, Dr. Casas. Para dar a conocer sus "Grupos de oración y amistad". Acudí a los jesuitas de Sarriá dónde se celebraba el evento que resultó ser de lo más emotivo y cordial. El Espíritu Santo estaba allí y entre risas y lágrimas conquistó muchos corazones. Me cautivó la idea y acto seguido me dispuse a captar adeptos. No tardaron en afluir, parecía que lo estaban esperando. Los grupos han de ser entre 4 y 12 personas. Formamos un grupo de 12 desde el primer día.

El grupo debe contar con un misionero que adjudica la comisión central con el cual se mantiene correspondencia.
También se debe contar con una enferma que, si su estado lo permite debe asistir a las reuniones mensuales. También es necesaria la relación con un convento de clausura y así los unos apoyados en los otros conseguir buenos frutos para gloria de Dios y bien de las almas.

Aquí tan bien puse mucho entusiasmo, nunca falté a una reunión, incluso el día de la 1ª Comunión de mi hija pequeña dejé a los familiares en casa y me fui a la reunión, siempre creyendo que lo que se dijera ese día no lo volverían a repetir y podía aprender algo. Teníamos como asesor al P. Albert Torrens. Estuve 10 años.

Ocurrió durante el tiempo que estuve enferma que aproveché para leer la Biblia. Quería saber algo del antiguo testamento. A pesar de que, que debido a mi edad y preocupaciones, apenas se me gravaba algo en la memoria como nombres, ciudades etc. Pero al ver la firmeza de un Padre justo a la vez que amoroso me cautivó, y sentí como se me iba marcando un carácter más enérgico con el firme propósito de ser Yo con todas sus consecuencias. A la vez que así aprendí a reflexionar y a considerar la gran cantidad de personas que me han "timado", porque Yo me dejaba timar. Siempre pensando en esa frase "todo es nada". Así que la vida nos trae muchas sorpresas para las que hay que estar preparados y procurar tener siempre unos recursos, por que ayuda, lo que se dice ayuda, es muy difícil de encontrar.

Yo me vi tan necesitada que llegué al límite de la desesperación. Si vendía el piso el dinero duraría dos o tres años, ¿y después?. Así que opté por coser a la vez que llevaba la tienda; sobre todo los domingos.

Era el año de "Un millón para el mejor", siendo uno de los ganadores, D. Rafael Canalejo Cantero, (Su nombre lo recuerdo bien).Tuve la idea de pedirle 15.000 Ptas. que le devolvería con intereses. Pero el silencio fue la respuesta. No sé sí llegaría a sus manos o no, por que la carta se la mandé por tercera persona: eso si muy piadosa, a pesar que le mandaba certificado de mi honradez.

Tenía una amiga (nuestras madres ya lo eran) a la que pedí 30.000 Ptas. para devolvérselas en un año. Me atreví porque eran terratenientes y ya había heredado al quedarse huérfana y ser hija única; pues nada. Me dio la excusa que era su esposo el que administraba y no se atrevía a decírselo. Yo, conociendo el recio carácter de ella sabía que no era cierto.

No obstante me sigue felicitando en Navidad, Yo por cortesía hago lo mismo: pero lo hago a disgusto. Cualquier día corto.

Un día le comenté que obtenida la nulidad matrimonial me plantearía volver a casarme, a lo que ella me respondió lo siguiente

Pienso que para hablar así de una persona se han tenido que demostrar antes muchas cosas.
Esta chica confundió nulidad con divorcio y como se ve “preocupadísima” por mi alma (ya le había pedido el dinero).
Finalmente pedí a una obra benéfica 15.000 para unos recibos atrasados y tardaron tres meses en dármelos. ¿Que hubiera pasado si hubieran sido para comer? Gracias a los abastecedores que si no podía pagarles una semana les pagaba a la siguiente.
Eran Sr. Salomó de Sabadell, Sr. Rebull de Mollet, Olis Grinó de Caldas...etc. Mil gracias a todos.

Un día una amiga muy católica me dice “María, he hecho estofado y te he guardado un plato”.No me gustaba llegar a estos extremos pero no podía desagradecerle su "buena fe". Cuando llegué a casa comprobé que eran solo patatas y del día anterior, por supuesto no las comí y pensé que debía haberle dicho cuando le devolví el recipiente. ¡Que bueno te salió el estofado para no llevar carne! Un día una amiga al comprobar mi situación me dijo que podía prestarme algún dinero. Yo le dije que se lo agradecía mucho pero que tal y como iban las cosas no era seguro que pudiera devolvérselas. Entonces dijo que podía avalarme un préstamo. Esto ya lo acepté, traje más genero y como es lógico, vendía algo más (se llama Milagros). Al poco tiempo mi hija se puso a trabajar y nuestra situación se normalizó en parte. Por lo tanto, los siguientes préstamos fueron con la nómina de mi hija. Antes de cancelar el préstamo pedía otro y liquidaba el anterior; así hasta cinco.

Por todo esto, no se extrañaran sí les digo que mi fe se ha ido debilitando. Para mi sola no hubiera tenido problema pero pedía para mantener tres hijos que a la vez no quería que perdieran la confianza en Dios y en las personas. Yo quería demostrarles que luchando se consiguen cosas: que Dios al fin responde. O si no ahí están los hermanos en religión para cumplir la sentencia evangélica: "lo que hagáis por un necesitado, por Mí, lo hacéis". O "por vuestras obras os reconocerán".

Por eso pongo toda el alma para decir a todos que practiquen en lo posible el ahorro y la economía: pues las desgracias no avisan. Incluso, se dice: " ¡Bienvenida la desgracia, si viniera sola!", os recomiendo que lo aseguréis todo casas, coches, y vidas aunque tengáis que privaros de algún otro capricho.

Y por favor, no quisiera que algún fanático dijera "ves, como al fin te llegó el remedio" ¿y por qué llegó? Por que pasaron los años, mi hija creció y se puso a trabajar; lógico.

El fanático seguirá diciendo "pero da gracias que tu hija encontró trabajo. ¡Sí, y un cuerno!. Se nota que estoy quemada.

Pasados unos años, hablando con mis hijos me insinuaron que podía intentar casarme de nuevo, me extrañó una barbaridad pues era algo en lo que yo nunca había pensado, sobre todo por ser católica, por eso lo veía de todos los colores. También sabia que estando casada por la iglesia, solo la nulidad podía darme esa posibilidad. A la vez que creía que yo era una de tantas que la merecía. Pero como estaba tan escamada, dudaba de poder conseguirla. Y como creo, que gran parte de los acontecimientos se basan en causalidades, con qué "causalidad" podría encontrarme allí. No obstante lo intenté, me dieron esperanzas y a los tres años me la concedieron


Hasta aquí unas ráfagas de mi vida.

Por crudos caprichos del destino tuve que suspender estos relatos durante tres años. Tiempo en el que han ido afluyendo a mi memoria nuevos recuerdos, reflexiones y circunstancias que añado a continuación.
A partir de aquí los relatos no van por orden cronológico . Los escribía según los iba recordando y me veo incapaz de ordenarlos.

Dicen que en todos los pueblos hay un tonto. Bueno pues el "tonto" de mi pueblo era este. Un joven diferente que escondía sus ahorrillos en un agujero de la tapia de su corral. Sin duda alguien lo vio y le cogió el duro que con tanto celo guardaba. Al día siguiente, recorrió todo el pueblo tarareando " Tengo un duro en un agujero y otro que voy a poner, serán dos "Bis, Bis, Bis”. El ladronzuelo que lo oyó se apresuro a dejarlo donde estaba ,no fuera que al ver que faltaba el duro no pusiera mas, y de esta manera el “tonto” recobró lo que era suyo.

Allí sin duda nació la idea del Hombre del Frak. Contaba mi abuela materna que había una frase que se había hecho popular y que decía, "No hay cosa peor que deberle a Perico Frías" Este señor era un afamado herrero. Pues bien cuando los morosos se hacían los remolones a la hora de pagar, y tras ir cientos de veces a su casa a cobrarles tomaba la siguiente determinación, le decía a su esposa que le pusiera comida en una hortera (ahora tartera o fiambrera)para todo el día. Se sentaba en el poyo de la puerta del interfecto y allí esperaba los días que fueran necesarios. Los viandantes, (allí todos conocidos) le preguntaban qué hacía allí y él no tenía inconveniente en decirlo y así se hizo tan popular esa frase que mi abuela utilizaba cuando se daba la circunstancia, "No hay peor cosa que deberle a Perico Frías”.

Tampoco faltaban los "detectives". En una ocasión robaron animales a un rico hacendado. Este señor con el deseo natural de recobrar lo suyo recluyó a toda la servidumbre de forma que no pudieran contactar con nadie, el se dedicó a ir a las plazas, los paseos, los cafés, en fin que se propuso que lo viera todo el pueblo. Por fin se le acercó uno y le dice, "señor tal": me he enterado que le han robado animales esta noche. !¡Cuánto lo siento!.(Sin comentarios).

También tuvimos un profeta (que lo fue en su tierra). Un joven alegre y dicharachero que entre muchas otras procacidades decía que el no tenía madre; que lo parió una tía suya, esto era motivo de hilaridad y alabanzas a su gracioso ingenio. Pero se ve que se corrió la voz, ¡y ya ven!.

Había churreros y aguadores ambulantes, traperos, que aceptaban ropa vieja a cambio de loza o cristal. Tampoco faltaba el "tío de la yesca". Era aquel señor que vendía mecha y piedras para encender el cigarro, por los alrededores del mercado.

Y qué decir de las "manaoras" Estas eran unas señoras mayores que solucionaban el problema del estreñimiento. Te ponían en la cama, y ellas, untándose la mano con su aceite daban masajes en la tripa durante el tiempo que creían oportuno y problema solucionado. El diccionario dice que manaor está relacionado con manar, extraer.

Para qué negarlo. También había algunos que eran unos “mantas”. Este, sin duda, había oído decir que al cuerpo no se le deben dar todos los caprichos. Así que cada mañana, al despertarse, se preguntaba así mismo: “¿Qué quiere cuepo; tabajá o domí? El cuerpo le respondía “trabajar” y él decía al cuerpo, “pos te va a jorobá que va a domí”. Al día siguiente se repetía el dialogo con el mismo resultado. Pero un día, sorprendentemente, cuando preguntó al cuerpo qué quería, este respondió “dormir” a lo que el interlocutor añadió, “pa' un día que quiere domí, po a domí”.

Ocurrió en una posada. Eran los años de la posguerra en que se cocinaba con poco aceite y poco de todo. Un huésped dijo a la posadera, “hoy necesito una comida sustanciosa. Mire, le daré un real por cada gota de aceite que se vea en el plato”. La posadera debió pensar que aquel día haría negocio. Puso tanto aceite al cocinar que el exceso hacía que se formara solo una enorme gota que cubría el plato; por lo que la posadera solo pudo cobrar un real. ¿Ambición o ignorancia?
No podía faltar en aquellas tierras manchegas el “experto” en astrología. Aquel campesino que gustaba pararse en los corrillos de hombres que rodeaban la plaza de abastos en las mañanas soleadas y comunicarles en tono de sentencia... “tiene el sol tres manchas como tres cribas; es peligroso, nos cuesta la vida”.

También, a falta de sexadores y cuando querían saber si un ave era macho o hembra, el sistema que utilizaban era el siguiente: cogían al animal por la cabeza dejando el cuerpo suspendido a la vez que decían...
“Si eres macho tente gacho y si eres hembra revolotea”. ¡Vaya si daba resultado!.

También recuerdo de mi infancia, que, cuando jugábamos a las cartas al amor del brasero yo veía como todos acostumbraban a hacer trampas, y yo , como todo adolescente ávido de experiencias, también las hice. Pero al ver que me felicitaban por haber ganado, lejos de alegrarme, sentí una gran amargura interior, por saber que aquellos elogios no me los merecía, porque los había “robado”, y decidí no hacerlo jamás. Solo puede llenar lo que se gana en buena lid.

Hace unos días ,leí, de Don Santiago Ramón y Cajal, una cita que .dice: “La verdad, es un ácido corrosivo que casi siempre salpica al que lo maneja”. Sí, es cierto que querer vivir en verdad es agotador. Lo digo por mí, que a veces creo que la gente es necia por ignorancia y trato de hacerles ver la verdad objetiva, a veces con porfías. Hasta que me convenzo que la verdad ya la saben ellos, pero si esta perjudica sus intereses, adoptan la pose que más les conviene en ese momento. Creo que están en su derecho, pero eso sería muy complicado para mí.

Dicen que para decir mentiras, hay que tener mucha memoria, para recordar a quien habías dicho aquello y a quien lo otro; y a mi no me interesaba poner mi memoria al servicio de tales mezquindades. Tenía muchas cosas que aprender y necesitaba estar libre de ataduras.

Si yo me he ganado algunas enemistades ha sido precisamente por empecinarme en decir la verdad. Si dicen que la verdad solo tiene un camino, hay que ayudar a encontrarla. Sí, reconozco que soy poco diplomática. Quizá sea un defecto, pero es que para mí la verdad es hermana gemela de la libertad y la deseo para todos, pues quien tiene la suerte de vivir instalada en ellas no la cambia por servidumbre alguna.
“La verdad os hará libres”.

Contaban de mi abuelo materno que era un considerado labrador, pero de aquellas personas a las cuales les crece un hueso en el estómago que les impide “doblar el lomo”. Por esta razón cada dos por tres se presentaba en casa con los aperos de trabajo al hombro diciendo que se había despedido. Mi abuela decía:
- ¡Pero hombre!. ¡Cómo has hecho esa locura, tan contentos como estaban contigo!.
-Pues precisamente por eso me he despedido. Así, si un día necesitamos un favor de ellos nos lo harán.
Es de suponer que habría para desesperarse y fueron tantos los “despidos voluntarios” que quien se despidió de una vez por todas fue ella.

Contaban que en ciertas épocas del año se celebraban competiciones en las que premiaban al labrador que hiciera el surco más largo y más recto. Decían que mi abuelo materno fue campeón durante muchos años. Así que lo del “premio surco” no es nada nuevo.


Mi abuela también solía decir algo muy importante para todas las épocas y es que “toda mujer debe poner todos los días una olla al fuego aunque sea con una piedra”. Se supone que se refería a la importancia de comer de cuchara. Ella, en su pobreza, ponía como ejemplo una piedra pero es cierto que con voluntad y amor podemos sacarle partido a una débil economía. Yo por mi parte añado que con un buen sofrito todo sale bien.

Otra cosa que solía decir era, que el momento más sublime de la vida es ver a una madre amamantando a su hijo.


También era costumbre por entonces poner en el margen de abajo de las fotografías algunas frases románticas. Recuerdo tres:

"Cuando esta foto hable, mi corazón dejará de quererte".

“Cuando se siente un amor
y no se puede expresar
no sé que será mejor,
si morir para olvidar
o vivir con un dolor
que nada podrá calmar”.


“En mis labios ya no hay risas
ni en mis ojos hay fulgor
porque hemos peleado
son percances del amor”.



Cuando escribíamos cartas solíamos poner en el sobre cosas como estas:

Adiós carta con fortuna
que buena dirección llevas
por que vas a ver muy pronto
a quién yo quiero de veras.

o:

Paloma quisiera ser
y por los aires volar
para ver con que placer
recibes esta postal.


En las cartas que se escribían los novios resultaba como muy fuerte decir besos y abrazos, y parecía que resultaba más inocente poner: 000 (besos), +++ (abrazos). Creo que la represión y el ingenio siempre han ido muy unidos.

Recuerdo de mi niñez que era algo respondona e inconformista, y si en mi casa me decían o hacían algo que yo consideraba injusto, me "vengaba", y lo hacía siempre en mí santa abuela materna. Quizá por que yo veía que lo admitía y así podía calmar mí "sed de justicia". Lo que hacía con más frecuencia era, que como dormíamos juntas, pues yo, al día siguiente, hacía sólo medía cama. Como no se quejaba sino que yo veía que le hacía gracia y lo comentaba en tono de broma, pues yo sé ve que quería que me tomaran en cuenta y las hacía más gordas.
Así que cuando tenía la ropa tendida a secar, yo con la tijera le cortaba sus camisas. Y ella lo más que me decía, aguantándose la risa, era: " ¿Te parece bonito?", y todo esto no era óbice para que por la noche, en la cama, nos hiciéramos un cuatro, y así bien empotradita le dijera: "Hasta mañana, voy a pensar”.
Ahora sabemos que el niño que hace daño es por que está recibiendo daño. Pienso que fue una mujer valiente, pues ya en aquel tiempo, finales del siglo XIX, se atrevió a marcharse de casa con cinco hijos de corta edad, sin más ingresos que los de lavandera.

Era de carácter abierto y con el ingenio de las gentes de pueblo de aquellos tiempos, que nunca vieron un libro ni una escuela, pero que tenían que sobrevivir y defenderse, i ellos mismos se hicieron su propia gramática (parda, se decía).

Me gustaría transcribir todas las picardías que decía. Pero no quiero que algún ñoño/a, se rasgue las vestiduras. Mi abuela jamás dijo un taco ni una blasfemia. Como digo eran picardías, frases con segunda intención. Y después de lo que oímos en TV y radio, les aseguro que lo que mi abuela decía eran cánticos celestiales. Un par de ejemplos:


Si una chica era velluda en piernas, brazos, etc. ella les decía...”cuando aquí nieva, qué será en la sierra”. Y si era muy alta, comentaba...”esta tiene bien alto el gavillero”.

Tenían un gran corazón. Cuando en Navidad exponíamos el Belén, solía decir: "Por favor, tapad a esa criaturica . Y es que por allí el invierno es de órdago. Referente a la radio decía, “apagarlo un rato que esas pobres gentes tendrán que irse a comer”.

A veces iban las amigas a buscarme, y ella llena de orgullo decía "esta en la “Católica”.Acción Católica ya era complicado para ella. Cuando yo volvía de oír Misa ya me tenía preparado el brasero y el huevo frito en la mesa para que empezara a coser.
Por mi despabilo natural y por que el negocio lo requería pronto aprendí a pesar, medir, contar etc. incluso iba a las casas particulares ha hacer fideos con una pequeña máquina. Yo hacía la masa y lo demás. Pues bien un día en que vino mi tía de Albacete, mi abuela toda orgullosa dice, "venga María dile a la tía lo que vale un saco de patatas". Y es que días antes yo había hecho esta operación a unos señores que habían venido de fuera, mientras ella me miraba embelesada.

Un día mi prima y yo todo suspicacia, nos atrevimos a preguntarle algo que a nadie más hubiéramos preguntado, y era si no le dio vergüenza ir a dormir la primera noche con su marido. La respuesta nos pareció insípida. Nosotras hubiéramos querido algún detalle. Hoy comprendo que fue una respuesta muy inteligente. En aquellos tiempos que lo “correcto” hubiera sido mandarnos a paseo, ella aunque escurriendo el bulto nos dijo. "Me dio mas vergüenza mirar al día siguiente a mis padres". Sencillez y recato es la palabra.

De mis abuelas heredé el nombre, aunque a decir verdad me lo pusieron por la paterna, como ya es sabido antes a los hijos se les ponía primero los nombres de los abuelos paternos y después los maternos y si habían mas hijos los de los propios padres o los de los padrinos, con el agravante que si los dos primeros partos eran del mismo sexo, al segundo había que invertirle el nombre de chico o chica o a la inversa, de tal forma que si el padre se llamaba Alfredo, la niña debía llamarse Alfreda. Conozco un caso y otro de Leona.
Hoy, por fin, hemos comprendido que a los hijos hemos de ponerle nombres con los cuales ellos puedan sentirse orgullosos y felices. El cariño a los padres y abuelos se puede demostrar de otras mil maneras.

Con mi abuela paterna tuve menos trato y por tanto menos confianza. No obstante yo debía tenerle gran cariño porque me veía impulsada a dejarle por allí algunas monedillas. Pero un día en que dejé un billete de dos pesetas ya no se pudo, callar y me preguntó si lo había perdido, yo le dije que no. Se lo merecía. Pues en la época en que me iba a dormir con ella siempre me estaba esperando fuese la hora que fuese para calentarme la cama con el típico calentador de ascuas.

En una ocasión me dijo mi abuela paterna “El día que me muera pasas a la sala y cuando estén todos, dices, "Ya se ha cumplido su deseo”. Cuando llegó ese día yo no dije nada. Tenía 16 anos y lejos de sentir remordimiento por tratarse del deseo de un difunto, supe discernir que no procedía dar a sus hijas que pensar supuesto todas eran intachables.
Pienso que su prudencia era tal que “aquello” que yo debía decir era todo un descubrimiento que ella nunca se atrevió a revelar. Jamás se quejó a pesar que tuvo una pupa cancerosa en la cara, tenía 94 años (E.p.d.).

Cuando nos peleábamos los nietos, lo más que nos decía era: "No ringais, no ringais, que lo hacéis a la jubandilla y va a salir de veras". Por esto y muchas cosas más. !! ¡Chapó por mis abuelas!.

Olvidaba decir que mi abuela no necesitaba que yo le diera dinero pues tenía de todo, incluso una cabra que ordeñábamos mañana y noche y siempre me dejaba la nata que deja después de hervida, de un centímetro. Además, ella vivía con un hijo, mi tío Juan de Dios. ¡Qué grande era! Porqué era grande, alto y corpulento, inteligente dónde los hubiera. Tenía una cámara que hoy sería un museo, allí habían cajas y cajas de partituras, píanos, gramófonos, bustos etc. Allí habían direcciones de todo el mundo y sobre todo de Barcelona. Solía decir "Si temo la muerte es por saber que me tienen que comer los gusanos y por no poder ver tantas cosas interesantes que están por venir". Uno de estos acontecimientos que él esperaba bien podría haber sido la incineración que sin duda hubiera adoptado.

De las muchas canciones que debió componer recuerdo una dedicada a la Patrona y decía:

Estribillo:

Viva, viva la Virgen María
madre nuestra de la caridad.
Viva, viva la excelsa Patrona
luz y faro de nuestra Ciudad.

Tú eres la Madre que yo más quiero
Tú eres el cielo de mi ilusión,
A ti yo canto mis dulces notas
errantes, locas, llenas de amor".

Recuerdo retazos de canciones que leíamos en las partituras. Las letras parecían tangos o milongas. Una decía:

Yo vivo muy bien con la gente del hampa
Con esa gente que sabe vivir,
con esos hombres que por una moza
matan si aman y saben morir.

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Me acerqué hasta tu ventana
con guantes de cabritilla
te traté de maravilla
con más mimo que a una flor
pero con tanta finura no se llega a ningún lado.
El cari o ha de ser duro como piedra de afilar.


La única que recuerdo entera es esta que yo he titulado “Mi pipa”. (Ingenio total por mi parte).

Mi pipa

Cuando dispongo mi vieja pipa
llena del rico tabaco inglés
y mientras fumo tranquilamente
pienso en lo frágil que el hombre es.

Porque mi pipa ayer y hoy
viene a decirme que nada soy.

Mi pipa está hecha de humilde barro
y en barro el cuerpo se ha de volver
y si mi pipa debe apagarse
también mi cuerpo irá al no ser.

Porque mi pipa ayer y hoy
viene a decirme que nada soy.

Si con deleite mi pipa enciendo
veo, que al cielo sube el azul
humo ligero de grato aroma
que va a fundirse al regio tul.

Así a mi alma le pasará
Buscando a Dios se elevará.

Recuerdo que siendo niña yo iba a la tienda de mi tío Juan y le decía:-”Tío, deme unas peladillas que me tengo que tomar una cucharada de aceite COMÚN”. Yo había oído lo de común y aquello me sonaba a tecnicismo o rimbombancia así que yo lo remarcaba y a mi tío debió hacerle gracia y me dijo:

- ¿Tu sabes lo que quiere decir común?

-no. Le dije.

- ¿y comuna?

-Tampoco.

-Pues comuna es una letrina.

Debí decir -Aaaah... -.Esto sí que lo sabía pues él tenía dos (todo un progreso) “plantadas” en aquel enorme y soleado corral donde cada mañana se leía el periódico. Eran las bocas de dos tinajas por lo tanto súper cómodas.